En un principio estos hechizos eran labrados en las tumbas de faraones y personas de clase alta, pero luego en la época del Imperio Medio fueron asequibles a todo aquél que pudiera pagar un rito fúnebre, para ello se los grababa dentro de los sarcófagos con el fin de que los muertos los pudieran leer.
Durante el período del Imperio Nuevo, los “Textos de los sarcófagos” se transformaron en el Libro de los Muertos.
Estas redacciones fueron creadas para ayudar a los difuntos en el paso hacia el otro lado y salir airosos del juicio de Osiris. El libro además contiene pasajes que ayudan a los muertos a reconocer los dioses que serían benefactores para su transición, para que puedan encontrar el rumbo en el camino de las 12 Regiones de la Duat, (el inframundo de la mitología egipcia ) y poder llegar al fin al Aaru.
Para los egipcios en el corazón se centraba la vida, por ello 4 hechizos en el libro se especializan en la protección de este órgano, el sortilegio 23 “Apertura de la Boca” pretende ayudar a recobrar los sentidos del difunto para su vida después de la muerte.
La Confesión negativa , como se expone en el denominado Papiro Nú, permitía al alma del difunto salir airosa de esta durísima prueba, lo que explica que el Libro de los Muertos fuera en sus tiempos un éxito indudable de ventas.
Estos textos mortuorios han tenido 3 revisiones críticas a lo largo de los siglos:
- La primera fue la Recensión Heliopolitana donde sacerdotes de Heliópolis editaron los textos, fue empleada entre la V y la XII Dinastías. Es puramente solar ya que suscita la teología del dios Ra, fue hallada en sarcófagos, estelas, papiros y tumbas.
-
- Y por último la Recensión Saita, donde se organizó el libro en capítulos ordenados, se la usó desde la XXVI Dinastía hasta el final de la época Tolemaica
“¡Salve, dios grande, Señor de la Verdad y de la Justicia, Amo poderoso: heme aquí llegado ante ti! ¡Déjame pues contemplar tu radiante hermosura! Conozco tu Nombre mágico y los de las cuarenta y dos divinidades que te rodean en la vasta Sala de la Verdad-Justicia, el día en que se hace la cuenta de los pecados ante Osiris; la sangre de los pecadores, lo sé también, las sirve de alimento. Tu Nombre es: “El-Señor-del-Orden-del-Universo-cuyos-dos-Ojos-son-las-dos-diosas-hermanas”. He aquí que yo traigo en mi Corazón la Verdad y la Justicia, pues he arrancado de él todo el Mal.
No he causado sufrimiento a los hombres. No he empleado la violencia con mis parientes. No he sustituido la Injusticia a la Justicia. No he frecuentado a los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con exceso. No he intrigado por ambición. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al indigente de su subsistencia. No he cometido actos execrados por los dioses. No he permitido que un servidor fuese maltratado por su amo. No he hecho sufrir a otro. No he provocado el hambre. No he hecho llorar a los hombres, mis semejantes. No he matado ni ordenado matar. No he provocado enfermedades entre los hombres. No he sustraído las ofrendas de los templos. No he robado los panes de los dioses. No me he apoderado de las ofrendas destinadas a los Espíritus santificados. No he cometido acciones vergonzosas en el recinto sacrosanto de los templos. No he disminuido la porción de las ofrendas. No he tratado de aumentar mis dominios empleando medios ilícitos, ni de usurpar los campos de otro. No he manipulado los pesos de la balanza ni su astil. No he quitado la leche de la boca del niño. No me he apoderado del ganado en los prados. No he cogido con lazo las aves destinadas a los dioses. No he pescado peces con cadáveres de peces. No he obstruido las aguas cuando debían correr. No he deshecho las presas puestas al paso de las aguas corrientes. No he apagado la llama de un fuego que debía de arder. No he violado las reglas de las ofrendas de carne. No me he apoderado del ganado perteneciente a los templos de los dioses. No he impedido a un dios el manifestarse. ¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro! ………”
La redacción de las Confesiones Negativas nos ofrece excelentes orientaciones acerca de los criterios morales que regían en esta fascinante civilización, al detallarnos cuidadosamente todo aquello que era considerado como pecaminoso. Algunas de esas confesiones, como las que se refieren a no haber sustraído las ofrendas o ganados de los templos -y otras de tipo similar-, nos hablan de la habilidad de la clase sacerdotal egipcia, guardiana de los misterios, para vigilar su patrimonio.
Filed under: General,H. Egipto,HISTORIA ANTIGUA
Trackback Uri