15 abr 09

Unos 300 años antes de Cristo, Hiparquia de Maronea, filósofa procedente de una familia aristocrática de Tracia, ejerció una singular “opción preferencial por los pobres”: se hizo amante de Crates el Cínico (y de varios más de la banda) y se fue a vivir, junto con su pareja, entre los más miserables de los miserables atenienses; les lamía las llagas en signo de amor y en las noches frías dormía abrazada a ellos. Y más atrás: en La Odisea se puede hallar cantidad de ejemplos de ayuda desinteresada y de hospitalidad gratuita y generosa, y eso hace inevitable suponer que entre los griegos de la Edad de Bronce —que es en la que se sitúa ese libro de aventuras—, unos milenios antes de que apareciera Jesús y exigiera amar al prójimo como a sí mismo, había gente buena onda que echaba la mano sin más recompensa que la de sentirse bien.

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1 Comentario.

  • María dice:

    Un interesante post. Me parece perfecta su reivindicación, ya que mucha gente piensa u olvida, que efectivamente la ayuda al prójimo no es un concepto inventado por el cristianismo, ni mucho menos. Efectivamente, es tan antiguo como la historia, prueba de ello, es el caso de la niña deforme de Atapuerca, a la que usted hizo referencia en un post anterior.
    La sigo leyendo atentamente, sin embargo, no sé por qué, creo que mis últimos comentarios no han salido. Espero que este llegue a buen puerto.
    Un cordial saludo.



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