5 jul 09

El Senadoconsulto sobre las Bacanales

Es famosa la definiciĂłn de Senadoconsulto formulada por el jurista romano Gayo en sus Institutas: G. 1.4

«Senatus consultum est quod senatus iubet atque constituit; idque legis vicem optinet, quamvis fuerit quaesitum» (Traducido al español serĂ­a: “Senadoconsulto es lo que el Senado manda e instituye ; y tiene fuerza de ley, por mĂĄs que alguien quiera ponerlo en duda”)

Actualmente el término bacanal es sinónimo de orgía ,con tumulto y desorden. En el mundo griego y romano, las bacanales eran fiestas en honor a Baco (dios grecorromano del vino del que deriva el nombre bacanal) o Dioniso (dios griego), en las que se bebía sin medida. Las sacerdotisas organizadoras de la ceremonia se llamaban bacantes y el nombre ha quedado asociado a las orgías romanas. El culto primitivo era exclusivamente para mujeres y procedía del culto original al dios Pan(Wikipedia).

Villa de los Misterios, Pompeya.

En el 186 a. C. el Senado prohibiĂł en Roma la celebraciĂłn de bacanales promulgando una ley( el Senadoconsulto De Bacchanalibus), tratando de volver el culto a Baco a su entorno sagrado. Algo se consiguiĂł reducir, pero era tan popular que no se pudo extinguir totalmente

Midas y Baco, de Nicolas Poussin.

weblogs.clarin.com/antilogicas/archives/2007/.

http://forumromanum.org/literature/sc_bacchanalibusx.html

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http://en.wikipedia.org/wiki/Bacchanalia

Las Bacanales originalmente se celebraban en secreto y solo por mujeres . Los festivales tenian lugar en el puerto ( grove) de Simila, cerca de la colina del Aventine los dĂ­as 16 y 17 de marzo.

MĂĄs tarde, se admitiĂł a los hombres a los ritos y se celebraban cinco veces al mes. SegĂșn Livio, la extensiĂłn y los cambios tuvieron lugar cuando la lider del culto era Paculla Annia — y se cree que que fue entonces cuando comenzaron a participar los hombres.

Bacchus-Sousse.jpg

Baco vuelve de la India, Sousse, Tunez

Livy informs us that the rapid spread of the cult, which he claims indulged in all kinds of crimes and political conspiracies at its nocturnal meetings, led in 186 BC to a decree of the Senate — el llamado Senatus consultum de Bacchanalibus, grabado en una tabla de bronce descubierta en Apulia , al sur de Italia (1640), ahora en el Kunsthistorisches Museum en Vienna — cuando se prohibieron las Bacanales en toda Italia excepto en casos especiales que debían ser aprobados especificamente por el Senado.

In spite of the severe punishment inflicted on those found in violation of this decree (Livy claims there were more executions than imprisonment), the Bacchanalia survived in Southern Italy long past the repression.

Bacchanalia por Auguste LevĂȘque

Friso en Seefeld (ZĂŒrich) por A. Meyer (1900)

Modernos investigadores dudan de las noticias de Livio y argumentan que el Senado actuĂł contra las Bacanales por alguna de las siguientes razones:

  • Las mujeres ocupaban una posiciĂłn prominente en el culto (contrariamente a los patriarcales cultos romanos de la Ă©poca ).
  • Esclavos y pobres eran miembros del culto y se oponĂ­an al gobierno romano.
  • SegĂșn la teorĂ­a propuesta por Erich Gruen, as a display of the Senate’s supreme power to the Italian allies as well as competitors within the Roman political system, such as individual victorious generals whose popularity made them a threat to the Senate’s collective authority.

En Empires of Trust: How Rome Built—And America Is Building—A New World by Thomas Madden, el autor cita las palabras al Senado del consul romano que llevó la investigación :

No hubo crimen, no pudo reconocerse ninguna accion de culpabilidad.

Hubo mas malas acciones cometidas por hombres con hombres que por hombres con mujeres.

Quienquiera que no se sometiera a tales prescripciones o dudara de violar a otros, era sacrificado como victima.

No considerar nada como impio o criminal era el sumum de su religion.

Los hombres como si fueran poseidos con locura y con freneticas distorsiones corporales, pronunciaban profecias, las matronas, vestidas de bacantes, con el cabello suelto, corrian hacia el rio Tiber con antorchas encendidas y se sumergian en el agua, saliendo de nuevo con la misma llama porque las antorchas estaban impregnadas con sulfuro mezclado con limo.

Los hombres eran atados a una maquina y conducidos a cuevas escondidas, y se decia que habian sido llevados por los dioses,

Esos eran los hombres que rehusaban unirse a su conspiracion o tomar parte en sus crimenes o someterse a su polucion.


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Ménade,Albertinum, Dresde,Alemania

http://www.revistadearte.com/wp-content/uploads/2008/11/menades.jpg

www.novaroma.org/nr/Senatus_consultum

Bandue Vol. 2 (2008):
Mar Marcos & RamĂłn Teja (eds.) Tolerancia e intolerancia religiosa en el MediterrĂĄneo antiguo: temas y problemas

Cecilia AMES, Los lĂ­mites de la tolerancia religiosa romana. La prohibiciĂłn de las bacanales en el 186 a.C.

(Bacchanalibus, CIL I2 581 y Liv. 39, 8-19). Una larga tradiciĂłn historiogrĂĄfica moderna
afirma que la prohibición de este culto constituye “un hecho absolutamente excepcional
en la historia de Roma” pues el paganismo se caracterizó por la apertura y la tolerancia.
Sin embargo, el tema de la tolerancia religiosa en sistemas politeĂ­stas es bastante mĂĄs
complejo (Rupke 2001) y no se trata de una simple excepciĂłn, como lo ha puesto de
manifiesto North en su estudio sobre la tolerancia religiosa en la RepĂșblica romana
(North 1979). En esta perspectiva, el estudio de las fuentes de la prohibiciĂłn de las
Bacanales en Roma en el año 186 a.C. y su recepción (Livio y Virgilio) ofrece un punto
de referencia para la comprender la relaciĂłn entre religiĂłn, orden, estructura y control
social en el mundo romano. Este es el marco en el que se puede contextualizar la
discusiĂłn sobre tolerancia e intolerancia religiosa en la RepĂșblica romana.
Palabras clave: Bacanales, repĂșblica romana, prohibiciĂłn religiosa, religiĂłn romana,
disciplinamiento, control social.
ABSTRACT: In year 186 B.C Bacchic cult was harshly suppressed in Italy through a
variety of measures taken by the senate (senatus consultum de Bacchanalibus ,CIL I2
581 y Liv. 39, 8-19). A long historiographical tradition maintains that the prohibition of
this cult constitutes “an exceptionally rare fact in Roman history” given that paganism
had been known for its tolerance and open-mindness. However, the subject of religious
tolerance in polytheistic systems is fairly more complex (Rupke 2001), and this is not a
mere exception, as stated by North in his essay about religious tolerance in Roman
Republic (North 1979).Under this perspective, the study of the evidence on the
prohibition of Bacchic cult in Rome 186 B.C and its reception (Livio and Virgilio)
offers a reference point for the analysis of the relation between religion, order, structure,
disciplinary practices and social control in the Roman world. This is the framework for
the discussion of religious tolerance and intolerance in the Roman Republic.
Keywords: Bacchic cult, Roman republic, Religious prohibitions, Roman religion,
Social control.

SegĂșn J,MÂȘ BlĂĄzquez, en el año 186 a. de J.C. tuvo lugar la primera gran persecuciĂłn religiosa

de la historia de Roma,bien conocida por la narraciĂłn del historiador Tito Livio y por el propio

Edicto sobre las Bacanales, conservado en el Museo de Viena en una tabla de

bronce.

La descripciĂłn de la persecuciĂłn ha sido bien estudiada en su trasfondo econĂłmico

y social por Gallini y otros autores.

Tras la terminaciĂłn de la Segunda GuerraPĂșnica con la batalla de Zama (año 202 antes de J.C.),

las asociaciones bĂĄquicas, que veneraban al dios tracio Dyoniso-Zagreo , el Baco de los romanos, cuyo culto principalmente se

desarrollaba entre los estratos mĂĄs bajos de la sociedad ateniense del siglo VI antes de J.C. se propagaron por Roma y por toda Italia desde Etruria,adonde habĂ­an llegado desde Grecia.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/32/M%C3%A9nade_relieve_romano_(Museo_del_Prado)_02.jpg

Ménade,Museo del Prado,Madrid (Wikipedia)

Los devotos del dios en Roma, segĂșn Livio, eran sobre todo mujeres , aunque tambiĂ©n habĂ­a

algunos hombres libres de baja clase social y algunos de clase mĂĄs alta.

La persecuciĂłn alcanzĂł a unas siete mil personas, entre hombres y mujeres,

lo que prueba la extensiĂłn que el culto habĂ­a alcanzado hasta entonces en Roma.

El comediĂłgrafo Plauto ya valoraba negativamente estos cultos. Para este autor, los rituales

bĂĄquicos eran siempre un ejemplo de desorden y de juerga. Los cultos dionisĂ­acos, si creemos

a Tito Livio, tuvieron al principiopoca aceptaciĂłn en Roma, sĂłlo entre las mujeres,

hasta que se pusieron de modaentre los hombres, principalmente entre los menores

de 20 años, gracias a las “innovacionespeligrosĂ­simas” introducidas por la

sacerdotisa de Campania, Paculla Annia,

que consistĂ­an en celebrar el ritual del culto por la noche,

y en que se convirtieron de

cultos pĂșblicos en un culto secreto y de masa.

Antes los rituales se celebraban tres vecesal año; ahora, cinco al mes.

La gran innovaciĂłn introducida por Paculla consistĂ­a, pues,en que, de ser los rituales

dionisĂ­acos un culto exclusivo de mujeres, fueran en adelante

un culto de muchedumbre, principalmente de gente joven. El ritual bĂĄquico consistiĂł

fundamentalmente en la iniciaciĂłn, por la que el individuo entraba a formar parte de la

asociaciĂłn bĂĄquica, y en una experiencia orgiĂĄstica, segĂșn la cual, mediante la borrachera,

el baile y las manifestaciones de erotismo/sexualidad , se creĂ­a que el iniciado entraba

en posesiĂłn y comuniĂłn con el dios.

Estos rituales se celebraban en casas privadas y en un bosque consagrado

a la diosa Estimula, al pie del monte Aventino, una de las colinas de Roma, mediante

danzas orgiĂĄsticas, con la sola participaciĂłn de mujeres casadas, disfrazadas de

Ménades, las mujeres que acompañaban a Dyonisos en la leyenda.

Ya en el año 213 a. de J.C., en plena guerra anibålica, el Senado romano, por

razones polĂ­ticas, no religiosas, habĂ­a intentado eliminar los nuevos cultos extranjeros

El Edicto sobre las Bacanales es del año 186 antes de Jesucristo y prohibía los cultos

propagados por Roma, principalmente entre gentes procedentes del campo.

El Senado,en el año 186 antes de J.C., buscó, tanto en Roma como en el campo, o en las restantes

ciudades romana, a los sacerdotes de Baco e hizo pĂșblica, mediante edictos, la prohibiciĂłn de

reunirse para el culto a los iniciados en los cultos dionisiacos, dando a los dos cĂłnsules

poderes extraordinarios para reprimir la “conjuraciĂłn”; principalmente se pretendiĂł

conocer el nĂșmero exacto de iniciados.

Los cĂłnsules encargaron a los ediles curules el descubrir a los sacerdotes y detenerlos

en sus domicilios, hasta el dĂ­a en que debĂ­a tener lugar el juicio, y a los ediles de la plebe

encomendaron la vigilancia para que no se celebraran

ritos secretos; los triunviros capitales fueron encargados de descubrir las reuniones

nocturnas y de prevenir toda forma de protesta, como incendios, etc.

http://4.bp.blogspot.com/_LB2Q8gGNwkE/Ru-QeqXkW4I/AAAAAAAAB24/K1gjZrrnWYw/s400/Bacantes.jpg

Bacantes

El cĂłnsul Postumio informĂł al pueblo de las medidas tomadas para reprimir estos cultos dionisiacos. Se

premió a los delatores y se señaló un tiempo para que los contumaces pudieran presentarse

voluntariamente a los tribunales. Se prohibiĂł terminantemente ocultar o ayudar a

los acusados que huyesen. Los lugares de culto dionisĂ­aco fueron destruidos, quizĂĄ con

la ayuda del ejército. El terror se extendió råpidamente por Italia con esta persecución.

Se decretĂł castigar con la pena de muerte o cĂĄrcel, segĂșn si se tratara de sola “conjuraciĂłn”

o se añadieran los agravantes de falsedad, asesinato u obscenidad.

SegĂșn Livio,fue mayor el nĂșmero de los ajusticiados que el de los encarcelados.

El castigo de las mujeres, segĂșn el derecho romano, se encomendĂł a los padres o

tutores. En una segunda reuniĂłn senatorial se tomaron las medidas oportunas para reprimir

el culto dionisĂ­aco y se decretĂł la pena de muerte para los desobedientes.

Por el resumen de Tito Livio se conoce la organizaciĂłn y la jerarquĂ­a de los cultos dionisĂ­acos, dividida

en bacantes, sacerdotes, maestros, ministros, magistrados y promagistrados.

Se prohibiĂł terminantemente en toda Italia toda clase de culto dionisĂ­aco, el tener casa en

comĂșn, el juramento de iniciaciĂłn a los cultos y su celebraciĂłn. SĂłlo se permitiĂł el culto

de Baco bajo determinadas condiciones, como en el caso que el culto fuese declarado

necesario para la prosperidad de Roma, y entonces habĂ­a que demostrar esta necesidad

ante el pretor urbano. Luego este magistrado reunĂ­a al menos cien senadores, que debĂ­an

dar su consentimiento para la celebraciĂłn. Gallini piensa que a comienzos del siglo II

antes de J.C. se dio una explosiĂłn de orgismo colectivo, manifestada en la posesiĂłn, el

profetismo y la danza.

LAS CAUSAS DEL AUGE DEL DIONISISMO

Contexto polĂ­tico y social:

Los cultos dionisĂ­acos itĂĄlicos revivĂ­an viejas formas del culto a Baco, pero dentro

de un nuevo contexto social y cultural, pues despuĂ©s de la Segunda Guerra PĂșnica se

dio en Italia un proceso de concentraciĂłn capitalista que tuvo resultados imprevistos en

el orden polĂ­tico, social, econĂłmico y religioso. Roma estaba ahora gobernada por una

nobleza senatorial, que tenĂ­a el poder polĂ­tico, con una fuerte tendencia imperialista,

apoyada en las grandes clientelas mercantiles, que llevaron a Roma a la conquista

del MediterrĂĄneo. Esta tendencia imperialista y de conquista trajo consigo el enfrentamiento

con la gente que tenĂ­a intereses en la agricultura. Los campesinos se vieron obligados

durante muchos años a servir en el ejército, fuera de sus tierras, que se habían convertido

en terreno pĂșblico( ager publicus ) , administrado por absentistas residentes en Roma,

asĂ­ como los camposde los itĂĄlicos ( con ius latii , maior o minus) que habĂ­an favorecido

la causa de AnĂ­bal.

Ello ocasionĂł

I. Una gran crisis econĂłmica y social:

A) Una gran crisisde la pequeña propiedad agraria en toda Italia. Roma se convirtió en un polo de atracción

para la plebe rural

B) mientras que la plebe de la capital pasaba también una profunda

crisis motivada por la presencia de un nĂșmero elevado de esclavos, que las guerras de

conquista arrojaban sobre Italia, y por la concurrencia de los campesinos que abandonaban

sus campos y se concentraban en Roma.


II:ConcentraciĂłn del poder polĂ­tico en una oligarquĂ­a senatorial dividida

Esta crisis econĂłmica y social coincidiĂł con un proceso de concentraciĂłn de poder

polĂ­tico en manos de una oligarquĂ­a senatorial, dividida en intereses de grupo de orden

polĂ­tico y cultural entre

A) Tradicionalistas

B) y filo-griegos.

Como muy bien havisto Gallini, en la represiĂłn de los cultos dionisĂ­acos se descubre la represiĂłn de una

sociedad en la que unos pocos pretenden gobernar a la mayorĂ­a.

La crisis social se metamorfoseĂł en protesta religiosa.

III. ExplosiĂłn urbana-colapso viejas estructuras sociales

La represión dionisíaca coincidió también con la explosión del fenómeno urbano en Roma,

que ocasionĂł el colapso de su vieja estructura social, inservible ya para la capital de la Urbs, d

espués de las conquistas de casi todo el Mediterråneo.

AsĂ­ pues, en el asunto de las Bacanales queda magnĂ­ficamente reflejada mucha de la problemĂĄtica

que azotaba Roma en aquel momento, como la emigraciĂłn a la Ciudad; precisamente

con esta ocasiĂłn Livio pone de relieve las creencias de la masa de emigrados

rurales y su relativa marginaciĂłn social, y que estos cultos tenĂ­an un marcado carĂĄcter de

culto extraño al patrimonio cultural romano.

IV:Crisis generacional y de género

Ya se ha indicado que los cultos dionisĂ­acos arraigaron principalmente entre las mujeres

y los jóvenes. Se ha pensado por ello en una crisis generacional. Las mujeres desempeñaban

un papel muy importante en estos cultos; lo que encaja bien con lo que se sabe

de la situación de la mujer en estos años, en que habían vivido alejadas de sus esposos,

que se encontraban en la guerra y en que se les había prohibido por la Lx Oppia del año

214 a. de J.C. el uso de joyas de mĂĄs de una onza de oro, el vestir trajes de varios colores

y la utilizaciĂłn en la ciudad de carros tirados por bueyes, por todo lo cual se encontraban

las mujeres terriblemente frustradas; éstas hallaron en los rituales dionisíacos una evasión

a su situaciĂłn y una realizaciĂłn de su vida amorosa.

V. El factor econĂłmico y social

Los cultos bĂĄquicos, segĂșn Livio, tuvieron tambiĂ©n un buen terreno abonado entre

los ricos plebeyos que habitabanprincipalmente en el monte Aventino.

Tito Livio da los nombres de los principales participantes

en la conjura: la viciosa Duronia, el corruptor de las costumbres Tito Sempronio

Rutilo, su hijo Ebusio, la ramera Hispala Fecennia, que comprometiĂł a su amigo

Ebusio, y Ebusio, que descubriĂł todo al cĂłnsul.

Los introductores de los cultos dionisĂ­acos eran todos de procedencia campana, como la citada

sacerdotisa Paculla Annia. Juntoa los plebeyos, devotos de Dyonisos, hubo un gran nĂșmero

de esclavos, como se desprendede las comedias de Plauto.

Hispala era precisamente una liberta que se inició consus dueños en los rituales båquicos;

como después con la expansión del Cristianismo, seiniciaron en los nuevos cultos las

gentes por familias, pues Paculla Annia inicia a sus

dos hijos y Duronia prometiĂł iniciar a su hijo Ebusio, si sanaba.

El peligro social de los cultos dionisĂ­acos estribaba, pues, en que por primera vez

en la historia de Roma, un culto unĂ­a a todos los marginados desde el punto de vista social:

-a la plebe urbana,

-al subproletariado campesino emigrado a Roma

-y a grupos inferiores minoritarios que empezaban a cobrar importancia econĂłmica.

-Junto a todos estos estaban los plebeyos provinciales procedentes de Etruria,

tierra de grandes latifundios,

- y de masas de esclavos , devotos desde siempre de Dyonisos;

de Campania, tierra superpoblada dedicada al comercio y que contaba con

una poblaciĂłn de tendencia antirromana;y de Apulia, donde los cultos

dionisĂ­acos gozaban de gran aceptaciĂłn y tomaron un marcado

caråcter antirromano debido a la pérdida de la independencia política, a la decadencia

econĂłmica de las ciudades costeras y al paso de las tierras a control de Roma.

FUNCIONAMIENTO DE LOS RITOS BÁQUICOS: ASPECTO JURÍDICO

Gracias a Tito Livio y a Plauto es posible hacerse una idea muy exacta del

funcionamiento de los ritos bĂĄquicos. Las bacanales son asociaciones jerĂĄrquicas, y en

esto consiste su gran novedad, que producĂ­a escĂĄndalo en la aristocracia romana. El

El Edicto sobre las bacanales del año 186 antes de Jesucristo

senado castiga los centros jurĂ­dicos de una organizaciĂłn que se estructura, a imitaciĂłn

de la Republicana, en una jerarquĂ­a, aunque se nos escapa su funcionamiento. Livio escribe

que las bacanales eran lugares de iniciaciĂłn secretos y nocturnos, lo que era nuevo

para la tradiciĂłn romana, con un ceremonial calcado en modelos helenĂ­sticos.

El juramento de iniciaciĂłn tenĂ­a por objeto, primeramente, el guardar silencio sobre todo

el ceremonial.

Este juramento convertĂ­a a los que lo pronunciaban en “conjurados”, es decir, en una

asociaciĂłn fundada sobre el juramento comĂșn de los participantes y en una unidad sagrada.

Este aspecto jurĂ­dico es el que interesaba directamente al Senado.

Los iniciados en el dionisimo se conocían mediante una señal en la vida cotidiana.

ExistiĂł, pues, una solidaridad que

daba la misma fe. Los iniciados se reconocĂ­an como miembros

de un grupo, y no sĂłlo

como ciudadanos de un Estado.

LOS RITOS BÁQUICOS

Estamos relativamente bien informados de los ritos bĂĄquicos,en los que se concedĂ­a

licencia mĂĄs allĂĄ de lo acostumbrado.

a) Se comenzaba con una etapa de castidad,

b) se bebĂ­a y se danzaba mucho, se lanzaban gritos rituales y se entraba

en una posesiĂłn ritual, mediante la cual se sentĂ­an los iniciados medio locos y se

creĂ­an poseĂ­dos por el dios. En este estado de posesiĂłn las mujeres corrĂ­an hacia el TĂ­ber

y los hombres profetizaban.

c) En las bacanales se cometĂ­an actos de lujuria, tanto entre personas del mismo como

de distinto sexo. HabĂ­a, pues, un erotismo de grupo que chocaba con la tradiciĂłn romana.

Ello escandalizaba, en una Ă©poca en que la homosexualidad aĂșn no se habĂ­a

puesto de moda en la sociedad romana. Se acusaba también a los iniciados de asesinato.

Las bacanales eran, por lo tanto, sitios de evasiĂłn para la masa de desheredados,

con graves problemas econĂłmicos y sociales, y para las mujeres que no se habĂ­an realizado

plenamente, debido a la situaciĂłn por que atravesaba Roma.

Con ellos se buscaba una respuesta religiosa a problemas sociales

y se pretendĂ­a una liberaciĂłn religiosa.

¿CÓMO SE JUSTIFICA LA PERSECUCIÓN DE LAS BACANALES?

La persecuciĂłn no se justificĂł desde el punto de vista religioso, sino en el ĂĄmbito

del Estado romano y de las costumbres romanas.

El Senado, organismo de carĂĄcter polĂ­tico y religioso

al mismo tiempo, castigĂł a los iniciados dionisĂ­acos como afiliados a una asociaciĂłn

subversiva para el Estado.

Todo lo que escapaba al control del Senado era considerado

una “supersticiĂłn”; por eso TĂĄcito llama al cristianismo, que tambiĂ©n escapaba al

control del senado, una nueva supersticiĂłn.

Los cultos båquicos representaban también una oposición radical a la tradición romana,

a lo establecido y admitido siempre, y por eso también fueron perseguidos.

En cambio no fueron perseguidos otros cultos orientales,como el de la Gran Madre o Cibeles, que no escapaba al control de la clase dirigente,introducidos oficial y pomposamente en Roma en el año 205 antes de J.C.

Los cultos bĂĄquicos constituĂ­an, pues, una novedad dentro del contexto religioso y social de

la época, por cuanto estas asociaciones representaban una formación social nueva, que

escapaba al control del Estado y de la familia.

Hubo alguna otra asociación por estos años, las sodalitates de la Gran Madre, permitidas

por el Estado romano, pero estas Ășltimaseran de carĂĄcter diferente, pues no eran asociaciones

de masa, y fueron la primera

tentativa de integrar dentro del sistema oligĂĄrquico tradicional una asociaciĂłn de carĂĄcter

religioso de tipo no tradicional.

LAS BACANALES, ¿ ASOCIACIONES APOLÍTICAS O POLÍTICAS?

Las Bacanales, finalmente, eran asociaciones apolĂ­ticas, puesto que eran un movimiento

religioso autĂłnomo, pero ya Livio, por las palabras que pone en boca del cĂłnsul

Postumio, cayĂł en la cuenta de que podĂ­an tener un carĂĄcter polĂ­tico o polĂ­tico-social.

EL RESULTADO DE LA PROHIBICIÓN

La persecución del año 186 antes de J.C., como todas las grandes persecuciones religiosas

de todos los tiempos, no sirviĂł para nada, sĂłlo para ajusticiar, encarcelar y desterrar

a unos miles de desgraciados. Algo mås de cien años después, los cultos dionisíacos gozaban

de gran aceptaciĂłn entre las clases altas de la sociedad de Roma, como lo prueban

las famosas pinturas de la Villa dei Misteri, de Pompeya, pertenecientes al segundo estilo

pompeyano, donde se representaba un ritual dionisĂ­aco, bien estudiados por Maiuri

y por E. Simon, entre otros.

A comienzos del Imperio los cultos bĂĄquicos florecĂ­an por todo el MediterrĂĄneo y

han sido bien estudiados por el gran historiador de la religiĂłn griega Nilsson, pero entonces

no eran ya sus devotos gente marginada socialmente o mujeres insatisfechas, que

buscaban una liberaciĂłn religiosa, sino los grandes capitalistas del Imperio, atormentados

por ideas de ultratumba y de inmortalidad, que gastaban su dinero en encargar a los

mejores talleres del Imperio sarcĂłfagos con temas dionisĂ­acos para depositar sus huesos,

una vez muertos, sarcĂłfagos que han sido recientemente catalogados y estudiados por

Matz y Turcan. Muchos de ellos son verdaderas obras de arte, que demuestran un gusto

altamente refinado en los compradores.

La España romana fue muy devota de Baco, como demostró ya hace años Blanco,

al estudiar los mosaicos españoles de asunto båquico.

Tal fue, a grandes rasgos, la primera gran persecuciĂłn religiosa del Imperio Romano

que esclarece algunos puntos, como por qué se persiguió al cristianismo, por escapar

éste al control de la clase dirigente. El cristianismo, como vieron muy bien los

Santos Padres, y el primero de todos el apologista del siglo II Justino, tenĂ­a muchos

puntos de contacto con las religiones mistéricas, de donde tomó, cristianizåndolos, muchos

ritos y símbolos. Era también una religión de masa, con un período de iniciación

que culminaba en el bautismo; floreció también al principio entre los estratos mås bajos

del subproletariado romano urbano; en su propagaciĂłn representaron un papel importante

las mujeres; uniĂł a gran nĂșmero de marginados socialmente, y estaba estructurado

jerĂĄrquicamente.

Senatus Consultum de Bacchanalibus
(186 BCE)


Editions :

CIL I 2.581 (Berlin 1862); -Kunsthistorisches Museum, Vienna.-

Translations :

www.khm.at/…/antikensammlung/roemische-kunst/

The original bronze tablet, found in Tiriolo, Italy, in 1640, is currently located in the Kunsthistorisches Museum, Vienna.


1 [Q(uintus)] Marcius L(uci) f(ilius), S(purius) Postumius L(uci) f(ilius) co(n)s(ules) senatum consoluerunt n(onis) Octob(ribus), apud aedem 2 Duelonai. Sc(ribundo) arf(uerunt) M(arcus) Claudi(us) M(arci) f(ilius), L(ucius) Valeri(us) P(ubli) f(ilius), Q(uintus) Minuci(us) C(ai) f(ilius)

De Bacanalibus quei foideratei 3 esent, ita exdeicendum censuere:

«Neiquis eorum [B]acanal habuise velet. seiques 4 esent, quei sibei deicerent necesus ese Bacanal habere, eeis utei ad pr(aitorem) urbanum 5 Romam venirent, deque eeis rebus, ubei eorum v[e]r[b]a audita esent, utei senatus 6 noster decerneret, dum ne minus senator[i]bus C adesent, [quom e]a res cosoleretur. 7 Bacas vir nequis adiese velet ceivis Romanus neve nominus Latini neve socium 8 quisquam, nisei pr(aitorem) urbanum adiesent, isque [d]e senatuos sententiad, dum ne 9 minus senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent.

Ce[n]suere.

10| sacerdos nequis uir eset. Magister neque uir neque mulier quisquam eset. 11 neve pecuniam quisquam eorum comoine[m h]abuise velet. Neve magistratum, 12 neve pro magistratu[d], neque virum [neque mul]ierem qui[s]quam fecise velet. 13 Neve post hac inter sed conioura[se nev]e comvovise neve conspondise 14 neve conpromesise velet, neve quisquam fidem inter sed dedise velet. 15 Sacra in [o]quoltod ne quisquam fecise velet. Neve in poplicod neve in 16 preivatod neve exstrad urbem sacra quisquam fecise velet, nisei 17 pr(aitorem) urbanum adieset, isque de senatuos sententiad, dum ne minus 18 senatoribus C adesent, quom ea res cosoleretur, iousisent.

Censuere.

19 Homines plous V oinvorsei virei atque mulieres sacra ne quisquam 20 fecise velet, neve inter ibei virei plous duobus, mulieribus plous tribus 21 arfuise velent, nisei de pr(aitoris) urbani senatuosque sententiad, utei suprad 22 scriptum est.»

Haice utei in coventionid exdeicatis ne minus trinum 23 noundinum, senatuosque sententiam utei scientes esetis, eorum 24 sententia ita fuit: «Sei ques esent, quei arvorsum ead fecisent, quam suprad 25 scriptum est, eeis rem caputalem faciendam censuere». atque utei 26 hoce in tabolam ahenam inceideretis, ita senatus aiquom censuit, 27 uteique eam figier ioubeatis, ubei facilumed gnoscier potisit. Atque 28 utei ea Bacanalia, sei qua sunt, exstrad quam sei quid ibei sacri est, 29 ita utei suprad scriptum est, in diebus X, quibus vobeis tabelai datai 30 erunt, faciatis utei dismota sient.

In agro Teurano.


1 Q. Marcius Luci filius, Spurius Postumius Luci filius consules senatum consuluerunt Nonis Octobribus apud aedem 2 Bellonae. Scribendo adfuerunt M. Claudius Marci filius, L. Valerius Publi filius, Q. Minucius Gai filius.

De Bacchanalibus, qui foederati 3 essent, ita edicendum censuere:

«Ne quis eorum Bacchanal habuisse vellet. Si qui 4 essent, qui sibi dicerent necesse esse Bacchanal habere, ei ut ad praetorem urbanum 5 Romam venirent, deque eis rebus, ubi eorum verba audita essent, ut senatus 6 noster decerneret, dum ne minus senatoribus centum adessent, cum ea res consuleretur. 7 Bacchas vir ne quis adisse vellet civis Romanus neve nominis Latini neve sociorum 8 quisquam, nisi praetorem urbanum adissent, isque de senatus sententia, dum ne 9 minus senatoribus centum adessent, cam ea res consuleretur, iussissent.

Censuere.

10 Sacerdos ne quis vir esset. magister neque vir neque mulier quisquam esset. 11 Neve pecuniam quisquam eorum communem habuisse vellet. Neve magistratum 12 neve pro magistratu neque virum neque mulierem quisquam fecisse vellet. 13 Neve posthac inter se coniurasse neve convovisse neve conspondisse 14 neve compromisisse vellet, neve quisquam fidem inter se dedisse vellet. 15 Sacra in occulto ne quisquam fecisse vellet. Neve in publico neve in 16 privato neve extra urbem sacra quisquam fecisse vellet, nisi 17 praetorem urbanum adisset isque de senatus sententia, dum ne minus 18 senatoribus centum adessent, cum ea res consuleretur, iussissent.

Censuere.

19 Homines plus quinque universi, viri atque mulieres, sacra ne quisquam 20 fecisse vellet, neve interibi viri plus duobus, mulieribus plus tribus 21 adfuisse vellent, nisi de praetoris urbani senatusque sententia, ut supra 22 scriptum est.»

Haec ut in contione edicatis ne minus trinum 23 nundinum, senatusque sententiam ut scientes essetis, eorum 24 sententia ita fuit: «Si qui essent, qui adversum ea fecissent, quam supra 25 scriptum est, eis rem capitalem faciendam censuere»; atque ut 26 hoc in tabulam aeneam incideretis, ita senatus aequum censuit, 27 utque eam figi iubeatis, ubi facillime nosci possit. Atque 28 ut ea Bacchanalia, si qua sunt, extra quam si quid ibi sacri est, 29 ita ut supra scriptum est, in diebus decem, quibus vobis tabellae datae 30 erunt, faciatis, ut dimota sint.

This inscription on bronze tablet records the Senatus Consultum de Bacchanalibus, which prohibited the celebration of Bacchanalia, rites in honor of the god Bacchus, throughout Italy, 186 BCE. Vienna, Kunsthistorisches Museum.

TraducciĂłn


Los cĂłnsules Quinto Marcio , hijo de Lucio y Spurio Postumio, hijo de Lucio consultaron al Senado el dia siete de Octubre en el Templo de Bellona. Presentes para escribri el decreto estĂĄn Marco Claudio, hijo de Marco, Lucio Valerio, hijo de Publio, y Quinto Minucio, hijo de Gaio.

Concerning the rites of Bacchus among the federated peoples they decreed that the following edict be made:

“Let none of them be minded to have a shrine of Bacchus. If there are any who say that they must needs have a shrine of Bacchus, they must come to the Urban Praetor at Rome and, when their case has been heard, our senate must make a decision on this, provided that not fewer than one hundred senators were present when the matter was discussed. Let no man, whether Roman citizen or Latin ally or other ally, be minded to go to a meeting of Bacchantes, unless they have gone to the Urban Praetor and he has authorised it in accordance with a decision of the senate, provided that not fewer than one hundred senators were present when the matter was discussed.”

They decreed:

“Let no man be a priest. Let no-one, man or woman, be a master. Let none of them be minded to keep a common fund. Let no-one be minded to make any man or woman an official or a temporary official. Henceforth let no-one be minded to conspire, collude, plot or make vows in common among themselves or to pledge loyalty to each other. Let none of them be minded to hold sacred rites in secret. Let none of them be minded to hold sacred rites in public or in private or outside the city, unless they have gone to the Urban Praetor and he has authorised it in accordance with a decision of the senate, provided that not more than one hundred senators were present when the matter was discussed.”

They decreed:

“Let no group of more than five people in all, counting both men and women, be minded to hold sacred rites; and let no more than two men or three women be minded to be present, unless authorised by the Urban Praetor and the senate as above.”

You are to publicise these decrees at a public meeting over a period of not less than three market days, and you must keep in mind the decree of the senate, which was as follows: “If there are any who transgress against the decrees set out above, a capital charge is to be brought against them”. You are to engrave this on a bronze tablet (this also the senate decreed) and are to give orders that it be set it up where it can most easily be read. And you are to see to it that such shrines of Bacchus as now exist (if any) are disbanded in accordance with the above decree within ten days from the time when you receive these tablets, unless they contain any genuinely sacred thing.

In the territory of the Teuri.

El Senatus consultum de Bacchanalibus es una notable inscripciĂłn en latĂ­n arcaico fechada en el 186 a.C. E un decreto del Senado romano prohibiendo las Bacanales en Italia, excepto en casos especiales que debĂ­an ser abrobadas especĂ­ficamente por el Senado.

A pesar de las severas penas infligidas a la violación de estas prohibiciones, (Livio dice que hubo mås ejecutados que prisioeros), las Bacanales sobrevivieron en la Italia del sur hasta mucho tiempo después de la represión.

La copia que ha sobrevivido estĂĄ grabada en una tabla de bronce descubierta en Apulia en Italia del sur (1640), ahora en el Kunsthistorisches Museum en Vienna.

Q MARCIUS L F S POSTUMIUS L F COS SENATUM CONSOLUERUNTT N OCTB APUD AEDEM DUELONAI SC ARF M CLAUDI M F L VALERI P F Q MINUCI C F DE BACANALIBUS QUEI FOEDERATE ESENT ITA EXDEICENDUM CENSUERE NEIQUIS EORUM SACANAL HABUISE VELET SEI QUES ESENT QUEI SIBEI DEICERENT NECESUS ESE BACANAL HABERE EEIS UTEI AD PR URBANUM ROMAN VENIRENT DEQUE EEIS REBUS UBEI EORUM VTR A AUDITA ESENT UTEI SENATUS NOSTER DECENERET DUM NE MINUS SENATORIBUS CADESENT A RES COSOLETUR BACAS VIR NEQUIS ADIESE VELET CEIVIS ROMANUS NEVE NOMINUS LATINI NEVE SOCIUM QUISQUAM NISEI PR URBANUM ADIESENT ISQUE DESENATOUS SENTENTIAD DUM NE MINUS SENATORIBUS CADESENT QUOM EA RES COSOLERETUR IOUSISENT CENSUERE SACERDOS NEQUIS VIR ESET MAGISTER NEQUE MELIER QUISQUAM ESET NEVE PECUNIAM QUISQUAM EORUM COMOINEMHABUISE VELET NEVE MAGISTRATUR NEVE PRO MAGISTRATUO NEQUE VIRUM NEQUE MULIEREM QUIQUAM FECISSE VELET NEVE POST HAC INTER SED CONIOURA SE NEVE COMVOVISE NEVE CONSPONDISB NEVE COMPROMESISE VELET NEVE QUISQUAM FIDEM INTER SED DEDISE VELET SACRA IN DOVOLTOD NE QUISQUAM FECISSE VELEI NEVE IN POPLICOD NEVE IN PREIVATOD NEVE EXTRAD URBEM SACRA QUISQUAM FECISE VELET NISEI PR URBANUM ADIESET ISQUE DE SENATUOS SENTENTIAD DUM NE MINUS SENATORIBUS CADESENT QUOM EA RES COSOLERETUR IOUSISET CENSUERE HOMINES PLOUS V OINVORSEI VIREI ATQUE MULIERES SACRA NE QUISQUAM FECISE VELET NEVE INTER IBEI VIREI PLOUS DUOBUS MULIERIBUS PLOUS TRIBUS ARFUISE VELENT NISEI DE PR URBANI SENATUOSQUE SENTENTIAD UTEI SUPRAD SCRIPUTUM EST HAICE UTEI IN CONVENTIONID EXDEICATIS NE MINUS TRINUM NOUNDINUM SENATUOSQUE SENTENTIAM UTEI SCIENTES ESETIS EORUM SENTENTIA ITA FUIT SEI QUES ESENT QUEI AVORSUM EAD FECISENT QUAM SUPRAD SCRIPTUM EST ESIS REM CAPUTALEM FACIUNDAM CENSUERE ATQUE UTEI HOCE IN TABOLAM AHENAM INCEDERETIS ITA SENATUS AIQUOM CENSUIT UTEIQUE EAM FIGIER IOUBEATIS UBI FACILUMED GNOSCIER POTISIT ATQUE UTEI EA BACANALIA SEI QUA SUNT EXATRAD QUAM SEI QUID IBEI SACRI EST ITA UTEI SUPRAD SCRIPTUM EST IN DIEBUS X QUIBUS VOBEIS TABELAI DATAI ERUNT FACIATIS UTEI DISMOTA SIEN IN AGRO TEURANO

Bacchanales. Actes des colloques Dionysos de Montpellier (1996-1998). Textes rĂ©unis par Pierre Sauzeau. Montpellier : Publications de l’UniversitĂ© Paul ValĂ©ry, 2000, 300 p. (ISBN 2-84269-382-5) ; Cahiers du GITA’‘ nÂș 13 (ISSN 0295-9900).

BibliografĂ­a

  • Diehl, Ernst: Altlateinische Inschriften. 5th ed. Berlin (1964)
  • L. Schumacher (ed.) Römische Inschriften, Stuttgart (1988) p. 79

Copia en metal del Senatus Consultum de Baccanalibus

Texto original:

Q MARCIUS L F S POSTUMIUS L F COS SENATUM CONSOLUERUNTT N OCTB APUD AEDEM

DUELONAI SC ARF M CLAUDI M F L VALERI P F Q MINUCI C F DE BACANALIBUS QUEI FOEDERATE

ESENT ITA EXDEICENDUM CENSUERE NEIQUIS EORUM SACANAL HABUISE VELET SEI QUES

ESENT QUEI SIBEI DEICERENT NECESUS ESE BACANAL HABERE EEIS UTEI AD PR URBANUM

ROMAN VENIRENT DEQUE EEIS REBUS UBEI EORUM VTR A AUDITA ESENT UTEI SENATUS

NOSTER DECENERET DUM NE MINUS SENATORIBUS CADESENT A RES COSOLETUR BACAS VIR NEQUIS ADIESE VELET CEIVIS ROMANUS NEVE NOMINUS LATINI NEVE SOCIUM

QUISQUAM NISEI PR URBANUM ADIESENT ISQUE DESENATOUS SENTENTIAD DUM NE

MINUS SENATORIBUS CADESENT QUOM EA RES COSOLERETUR IOUSISENT CENSUERE

SACERDOS NEQUIS VIR ESET MAGISTER NEQUE MELIER QUISQUAM ESET NEVE PECUNIAM QUISQUAM EORUM COMOINEMHABUISE VELET NEVE MAGISTRATUR NEVE PRO MAGISTRATUO

NEQUE VIRUM NEQUE MULIEREM QUIQUAM FECISSE VELET

NEVE POST HAC INTER SED CONIOURA SE NEVE COMVOVISE NEVE CONSPONDISB

NEVE COMPROMESISE VELET NEVE QUISQUAM FIDEM INTER SED DEDISE VELET SACRA IN DOVOLTOD NE QUISQUAM FECISSE VELEI NEVE IN POPLICOD NEVE IN PREIVATOD NEVE EXTRAD URBEM SACRA QUISQUAM FECISE VELET NISEI

PR URBANUM ADIESET ISQUE DE SENATUOS SENTENTIAD DUM NE MINUS SENATORIBUS CADESENT QUOM EA RES COSOLERETUR IOUSISET CENSUERE HOMINES PLOUS V OINVORSEI VIREI ATQUE MULIERES SACRA NE QUISQUAM FECISE VELET NEVE INTER IBEI VIREI PLOUS DUOBUS MULIERIBUS PLOUS TRIBUS

ARFUISE VELENT NISEI DE PR URBANI SENATUOSQUE SENTENTIAD UTEI SUPRAD SCRIPUTUM EST HAICE UTEI IN CONVENTIONID EXDEICATIS NE MINUS TRINUM NOUNDINUM SENATUOSQUE SENTENTIAM UTEI SCIENTES ESETIS EORUM SENTENTIA ITA FUIT SEI QUES ESENT QUEI AVORSUM EAD FECISENT QUAM SUPRAD

SCRIPTUM EST ESIS REM CAPUTALEM FACIUNDAM CENSUERE ATQUE UTEI HOCE IN TABOLAM AHENAM INCEDERETIS ITA SENATUS AIQUOM CENSUIT UTEIQUE EAM FIGIER IOUBEATIS UBI FACILUMED GNOSCIER POTISIT ATQUE UTEI EA BACANALIA SEI QUA SUNT EXATRAD QUAM SEI QUID IBEI SACRI EST

ITA UTEI SUPRAD SCRIPTUM EST IN DIEBUS X QUIBUS VOBEIS TABELAI DATAI ERUNT FACIATIS UTEI DISMOTA SIEN IN AGRO TEURANO

TraduciĂłn:

Quinto Marzio (hijo de Lucio) y Spurio Postumio (hijo de Lucio) cĂłnsules, el 7 de octubre, han consultado al Senado en el templo de Bellona.

Han asistido, para la redacciĂłn (del senatoconsulto) Marco Claudio (hijo de Marco), Lucio Valerio (hijo de Publio), Quinto Minucio (hijo de Caio).

Han considerado oportuno ordenare a los aliedos lo que sigue en relaciĂłn con las Bacanales.

Nessuno di loro voglia avere un baccanale. Se vi sono di quelli che dicono che per loro Ăš necessario avere un baccanale, vengano a Roma dal Pretore urbano e, una volta ascoltate le loro parole, decida, intorno a queste cose, il nostro Senato, purchĂ© mentre si discute di ciĂČ siano presenti non meno di cento senatori.

Nessun uomo, cittadino romano o latino, nĂ© alcun alleato voglia accostarsi alle Baccanti se non andrĂ  dal Pretore urbano il quale delibererĂ  secondo la sentenza del Senato, purchĂ© siano presenti non meno di cento senatori, mentre si discute di ciĂČ. (Hanno decretato)

Nessun uomo sia sacerdote. Nessun uomo né donna sia capo dei sacrifici. Né alcuno di loro voglia avere in comune denaro e nessuno voglia nominare uomo o donna magistrato.

NĂ© oltre a ciĂČ, vogliano vincolarsi con giuramento, voto, promessa o obblighi nĂ© vogliano promettersi aiuto reciproco.

Nessuno voglia celebrare riti sacri in segreto; nessuno voglia celebrare riti sacri in pubblico o in privato, nĂ© fuori la cittĂ  se non andrĂ  dal Pretore urbano il quale delibererĂ  secondo la sentenza del Senato, purchĂ© mentre si discute di ciĂČ siano presenti cento senatori. (Hanno decretato)

Nessuno voglia celebrare riti sacri ai quali assistano piĂč di cinque persone, due maschi e tre femmine, se non dietro deliberazioni del Pretore urbano e del Senato, come Ă© stato scritto sopra.

Il Senato, ha ritenuto opportuno che annunziate queste cose in assemblea nel termine di ventiquattro giorni, che siate a conoscenza della sua deliberazione: se vi saranno di quelli che agiranno in modo contrario a quanto Ăš stato scritto sopra, Ăš stata decretata per loro la pena di morte, che incidiate ciĂČ su una tavola di bronzo da far affiggere dove possa essere facilmente conosciuta e che cosĂŹ come Ăš stato scritto, nel termine di dieci giorni, da quando vi avrĂ  consegnata la lettera, siano distrutti nell’agro Teurano i Baccanali, se ve ne Ăš alcuno, eccetto il caso in cui vi sia qualcosa di sacro.

(Tradotta dal Prof. Puccio Giuseppe il 9 novembre 1969 a cura del comune di Tiriolo)

Senatus Consultum de Baccanalibus

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Le Matthaeus Aegyptius Ă©tait un Ă©dit du SĂ©nat rĂ©glementant les Bacchanales. En 186 avant J.-C., il avait Ă©tĂ© envoyĂ© dans toute l’Italie, gravĂ© sur des tables de bronze. L’une d’elle fut retrouvĂ©e en 1640 Ă  Tirioli en Calabre, par l’archĂ©ologue J.-B. Cigala. Elle fut emportĂ© Ă  Vienne. C’est de cette table dont il s’agit dans le livre Ă©ditĂ© en 1729 Ă  Naples.

Senatusconsulti de Bacchanalibus. Sive aeneae vetustae Tabulae Musei Caesarei Vindobonensis explicatio. Napoli, Felicem Muscam, 1729. C’est un ouvrage Ă©rudit trĂšs rare qui n’est mentionnĂ© par aucune bibliographie bachique.

http://web.tiscalinet.it/apaone/tavola.htm

J.M. Pailler, Les Bacchanales, du scandale exemplaire Ă  l’improbable affaire in, L. Boltanski et alii Ă©d., Affaires, scandales et grandes causes, Paris, Stock, pp. 41-57.

http://bcs.fltr.ucl.ac.be/LIV/XXXIX.html#politique

Tite-Live - Histoire Romaine

Livre XXXIX : Les événements des années 187 à 183 a.C.n.

1Ăšre partie: [39,1-7] Situation Ă  la fin de l’annĂ©e 187

2Ăšme partie: [39,8-22] Politique intĂ©rieure et extĂ©rieire de Rome (186). L’affaire des Bacchanales

3Úme partie: [39,23-28] La situation en GrÚce et en Macédoine (185-184)

4Úme partie: [39,29-38] Activité diplomatique et militaire de Rome (185-184)

5Úme partie: [39,39-56] Politique intérieure de Rome (184-183). Bilan de la situation en GrÚce


2ÂȘ parte : [39,8-22] Politica interior y exterior de Rome (186). El asunto de las Bacanales

[39,8] Origenes del escĂĄndalo

(1) L’annĂ©e suivante, les consuls Sp. Postumius Albinus et Q. Marcius Philippus nĂ©gligĂšrent l’organisation de leurs armĂ©es, leurs prĂ©paratifs de guerre et le gouvernement de leurs provinces pour s’occuper uniquement d’étouffer une conjuration domestique. (2) Les prĂ©teurs tirĂšrent au sort leurs dĂ©partements. T. Maenius eut la juridiction de la ville; M. Licinius Lucullus celle des Ă©trangers; C. AurĂ©lius Scaurus, la Sardaigne; P. CornĂ©lius Sylla, la Sicile; L. Quinctius Crispinus, l’Espagne citĂ©rieure; C. Calpurnius Piso, l’Espagne ultĂ©rieure. (3) Les deux consuls furent chargĂ©s par un dĂ©cret d’instruire contre les associations secrĂštes.

Un Grec de naissance obscure Ă©tait venu d’abord en Étrurie; il n’avait aucune de ces connaissances propres Ă  former l’esprit et le corps dont l’admirable civilisation de la GrĂšce nous a enrichis. Ce n’était qu’une espĂšce de prĂȘtre et de devin, (4) non point de ceux qui prĂȘchent leur doctrine Ă  dĂ©couvert et qui, tout en faisant publiquement mĂ©tier d’instruire le peuple, lui inspirent des craintes superstitieuses, mais un de ces ministres d’une religion mystĂ©rieuse qui s’entoure des ombres de la nuit. (5) Il n’initia d’abord Ă  ses mystĂšres que trĂšs peu de personnes; bientĂŽt il y admit indistinctement les hommes et les femmes et, pour attirer un plus grand nombre de prosĂ©lytes, il mĂȘla les plaisirs du vin et de la table Ă  ses pratiques religieuses.

(6) Les vapeurs de l’ivresse, l’obscuritĂ© de la nuit, le mĂ©lange des sexes et des Ăąges eurent bientĂŽt Ă©teint tout sentiment de pudeur, et l’on s’abandonna sans rĂ©serve Ă  toutes sortes de dĂ©bauches; chacun trouvait sous sa main les voluptĂ©s qui flattaient le plus les penchants de sa nature. (7) Le commerce infĂąme des hommes et des femmes n’était pas le seul scandale de ces orgies; c’était comme une sentine impure d’oĂč sortaient de faux tĂ©moignages, de fausses signatures, des testaments supposĂ©s, de calomnieuses dĂ©nonciations, (8) quelquefois mĂȘme des empoisonnements et des meurtres si secrets qu’on ne retrouvait pas les corps des victimes pour leur donner la sĂ©pulture. Souvent la ruse, plus souvent encore la violence, prĂ©sidaient Ă  ces attentats. Des hurlements sauvages et le bruit des tambours et des cymbales protĂ©geaient la violence en Ă©touffant les cris de ceux qu’on dĂ©shonorait ou qu’on Ă©gorgeait.

[Début]

[39,9] Une victime toute désignée: P. Aebutius

(1) Cette lĂšpre hideuse passa, comme par contagion, de l’Étrurie Ă  Rome. L’étendue de la ville, qui lui permettait de receler plus facilement dans son sein de pareils dĂ©sordres, les dĂ©roba d’abord aux regards; mais enfin le consul Postumius fut mis sur la trace des coupables. (2) P. Aebutius, fils d’un chevalier romain, ayant perdu son pĂšre puis ses tuteurs, avait Ă©tĂ© Ă©levĂ© sons la tutelle de sa mĂšre Duronia et du second mari de cette femme, T. Sempronius Rutilus. (3) Duronia Ă©tait dĂ©vouĂ©e Ă  son mari et Rutilus, qui avait gĂ©rĂ© la tutelle de maniĂšre Ă  ne pouvoir en rendre compte, cherchait Ă  se dĂ©faire de son pupille ou Ă  le tenir sous sa dĂ©pendance par quelque lien puissant. Le seul moyen de le corrompre, c’était de l’initier aux Bacchanales. (4) La mĂšre fit venir le jeune homme. “Pendant qu’il Ă©tait malade, lui dit-elle, elle avait fait voeu de l’initier aux mystĂšres de Bacchus, aussitĂŽt aprĂšs sa guĂ©rison. Puisque les dieux avaient daignĂ© l’exaucer, elle voulait accomplir son voeu. Il fallait pour cela qu’il observĂąt pendant dix jours la plus grande chastetĂ©; au bout de ce temps elle le conduirait au sanctuaire, lorsqu’il aurait soupĂ© et pris un bain pour se purifier.”

(5) Il y avait Ă  Rome une courtisane fameuse, l’affranchie Hipsala FaecĂ©nia: c’était une femme au-dessus du mĂ©tier auquel elle s’était livrĂ©e quand elle Ă©tait esclave et que, depuis son affranchissement, elle avait continuĂ© par besoin. (6) Le voisinage avait fait naĂźtre entre elle et Aebutius des relations qui ne nuisaient ni Ă  la fortune ni Ă  la rĂ©putation du jeune homme. C’était elle qui l’avait aimĂ© et recherchĂ© la premiĂšre et la gĂ©nĂ©rositĂ© de la courtisane lui fournissait ce que lui refusait l’avarice de ses parents. (7) Elle avait mĂȘme fini par s’attacher tellement Ă  Aebutius qu’aprĂšs la mort de son patron elle demanda un tuteur aux tribuns et au prĂ©teur pour se faire autoriser Ă  contracter, et elle rĂ©digea un testament oĂč elle institua Aebutius son lĂ©gataire universel.

[Début]

[39,10] La mise en garde d’Hipsala FaecĂ©nia

(1) AprĂšs de pareils gages d’amour, ils n’eurent plus de secrets l’un pour l’autre. Un jour, le jeune homme dit en plaisantant Ă  sa maĂźtresse de ne pas s’étonner si pendant plusieurs nuits elle le voyait dĂ©coucher. (2) “Un motif religieux l’y obligeait, ajouta-t-il, afin d’acquitter un voeu fait pour sa guĂ©rison; il voulait se faire initier aux mystĂšres de Bacchus. - Les dieux vous en prĂ©servent! s’écria aussitĂŽt Hipsala tout Ă©perdue, plutĂŽt la mort et pour vous et pour moi qu’une pareille extravagance!” Puis elle se rĂ©pandit en menaces et en imprĂ©cations contre ceux qui lui avaient donnĂ© ce conseil.(3) Le jeune homme, Ă©tonnĂ© des paroles et de l’émotion de sa maĂźtresse, l’engagea Ă  modĂ©rer ses transports, puisqu’il ne faisait qu’obĂ©ir aux ordres que sa mĂšre lui avait donnĂ©s, avec l’aveu de son beau-pĂšre. (4) “Votre beau-pĂšre, reprit-elle, car je n’oserais accuser votre mĂšre, a donc hĂąte de vous enlever tout Ă  la fois l’honneur, la rĂ©putation, l’avenir et la vie?” (5) Aebutius, de plus en plus Ă©tonnĂ©, la pressa de s’expliquer.

Alors Hipsala, demandant aux dieux et aux dĂ©esses de pardonner Ă  l’excĂšs de son amour la rĂ©vĂ©lation de ces secrets qu’elle aurait dĂ» taire, lui dĂ©clara qu’étant esclave elle Ă©tait entrĂ©e dans ce sanctuaire avec son maĂźtre, (6) mais que depuis son affranchissement elle n’y avait jamais mis le pied. “Elle savait, dit-elle, que c’était une Ă©cole d’abominations de toute sorte, et il Ă©tait constant que depuis deux annĂ©es on n’avait initiĂ© personne au-dessus de l’ñge de vingt ans. (7) DĂšs qu’on y Ă©tait introduit, on Ă©tait livrĂ© comme une victime aux mains des prĂȘtres et ils vous conduisaient en un lieu oĂč des hurlements affreux, le son des instruments, le bruit des cymbales et des tambours Ă©touffaient les cris de la pudeur outragĂ©e.” (8) Elle le pria ensuite et le conjura de rompre Ă  tout prix son engagement et de ne pas se prĂ©cipiter dans un abĂźme oĂč il aurait d’abord Ă  supporter toutes les infamies, pour les exercer Ă  son tour sur d’autres; (9) enfin elle ne le laissa partir qu’aprĂšs avoir obtenu sa parole qu’il Ă©viterait cette initiation.

[Début]

[39,11] Intervention du consul Postumius

(1) Lorsqu’il fut rentrĂ© chez lui, sa mĂšre lui Ă©numĂ©ra toutes les formalitĂ©s qu’il devait remplir le jour mĂȘme et les jours suivants afin de se prĂ©parer Ă  la cĂ©rĂ©monie; mais il protesta qu’il n’en ferait rien et qu’il ne voulait pas se faire initier. (2) Le beau-pĂšre Ă©tait prĂ©sent. “Quoi! reprit aussitĂŽt Duronia, il ne pouvait se passer pendant dix nuits de sa concubine Hipsala; enivrĂ© par les caresses empoisonnĂ©es de cette vipĂšre, il ne respectait plus ni sa mĂšre, ni son beau-pĂšre, ni les dieux mĂȘmes!” Des reproches qu’ils lui adressaient tour Ă  tour, Rutilus et Duronia en vinrent Ă  le chasser de chez eux avec quatre esclaves.(3) Le jeune homme se retira chez Aebutia, sa tante paternelle, et lui raconta pourquoi sa mĂšre l’avait chassĂ©. Le lendemain il alla, d’aprĂšs les conseils de cette dame, trouver le consul Postumius sans tĂ©moins et lui faire sa dĂ©position. (4) Le consul lui dit de revenir au bout de trois jours et le renvoya. Puis il s’informa lui-mĂȘme auprĂšs de sa belle-mĂšre Sulpicia, qui jouissait d’une grande considĂ©ration, si elle connaissait une dame ĂągĂ©e, du nom d’Aebutia, demeurant sur l’Aventin. (5) Sulpicia rĂ©pondit qu’elle la connaissait et que c’était une femme d’honneur, qui avait conservĂ© toute la puretĂ© des moeurs antiques. “J’ai besoin de la voir, reprit le consul. Envoyez-la prier de venir auprĂšs de vous.”

(6) Aebutia se rendit Ă  l’invitation de Sulpicia, et le consul arrivant peu de temps aprĂšs, comme par hasard, fit tomber la conversation sur Aebutius. (7) À ce nom, la dame se prit Ă  pleurer et Ă  gĂ©mir sur le malheur de son neveu qui, dĂ©pouillĂ© de sa fortune par ses protecteurs naturels, avait Ă©tĂ© chassĂ© par sa mĂšre et rĂ©duit Ă  chercher un asile chez elle, parce qu’il refusait, l’honnĂȘte jeune homme (que les dieux voulussent bien le protĂ©ger!), de se faire initier Ă  des mystĂšres qu’on disait infĂąmes.

[Début]

[39,12] La dĂ©position d’Hipsala

(1) Le consul, jugeant par ces informations qu’Aebutius ne lui en avait pas imposĂ©, congĂ©dia Aebutia et pria sa belle-mĂšre de faire venir chez elle l’affranchie Hipsala, qui demeurait aussi sur l’Aventin et qui Ă©tait bien connue dans le voisinage. Il avait, dit-il, quelques questions Ă  lui adresser Ă©galement. (2) Le message de Sulpicia troubla d’abord la courtisane, parce qu’elle ignorait le motif qui la faisait mander chez une dame de si haut rang et si respectable: mais lorsqu’elle aperçut dans le vestibule les licteurs, la suite du consul et le consul lui-mĂȘme, elle faillit s’évanouir. (3) Postumius l’emmena dans un appartement retirĂ©, et lĂ , en prĂ©sence de sa belle-mĂšre, il lui dĂ©clara qu’elle n’avait rien Ă  craindre si elle pouvait se rĂ©soudre Ă  dire la vĂ©ritĂ©; (4) qu’il lui en donnait pour garant sa parole ou celle de Sulpicia, dont elle connaissait la vertu. Il l’engagea Ă  rĂ©vĂ©ler ce qui se passait dans le bois sacrĂ© de Stimula, aux mystĂšres nocturnes des Bacchanales.(5) À ces mots, Hipsala saisie de frayeur fut agitĂ©e dans tous ses membres d’un tel tremblement qu’elle resta quelque temps sans pouvoir ouvrir la bouche. (6) Quand elle eut enfin repris courage, elle protesta quelle Ă©tait fort jeune encore lorsque sa maĂźtresse l’avait fait initier avec elle, mais que depuis plusieurs annĂ©es, depuis l’époque de son affranchissement, elle ignorait ce qui se passait dans ces fĂȘtes. (7) Le consul la loua de n’avoir pas niĂ© qu’elle eĂ»t Ă©tĂ© initiĂ©e, mais il la pressa de poursuivre ses rĂ©vĂ©lations avec la mĂȘme franchise. (8) Comme elle persistait dans ses dĂ©nĂ©gations, il ajouta que, si on parvenait Ă  la convaincre par le tĂ©moignage d’un autre, elle n’obtiendrait pas le pardon et l’indulgence que lui mĂ©riteraient des aveux volontaires, et qu’il avait tout appris de la bouche de celui Ă  qui elle avait elle-mĂȘme tout rĂ©vĂ©lĂ©.

[Début]

[39,13] Le culte des Bacchanales

(1) Hipsala ne doutant plus qu’Aebulius n’eĂ»t trahi son secret, comme cela Ă©tait en effet, se jeta aux pieds de Sulpicia et la conjura d’abord (2) de ne point faire une affaire sĂ©rieuse et mĂȘme capitale de la conversation d’une affranchie avec son amant; c’était pour l’effrayer, et non parce qu’elle savait quelque chose, qu’elle lui avait fait ce rĂ©cit. (3) Postumius l’interrompit avec colĂšre. Elle croyait sans doute encore, lui dit-il, plaisanter avec son amant Aebutius, et non s’adresser Ă  un consul, dans la maison d’une dame trĂšs respectable; mais Sulpicia vint au secours de sa frayeur, l’encouragea et chercha Ă  calmer son gendre.(4) Hipsala se rassura enfin et, aprĂšs s’ĂȘtre plaint amĂšrement de la perfidie d’Aebutius, qui avait si mal reconnu un service de la plus haute importance, (5) elle dĂ©clara qu’elle redoutait beaucoup les dieux dont elle rĂ©vĂ©lait les secrets mystĂšres, mais plus encore les hommes qui se vengeraient de sa rĂ©vĂ©lation en la dĂ©chirant de leurs propres mains. (6) Elle conjurait donc et Sulpicia et le consul de lui faire la grĂące de la relĂ©guer hors de l’Italie, dans quelque retraite inconnue, oĂč elle pĂ»t passer le reste de ses jours en sĂ»retĂ©. (7) Postumius lui dit d’ĂȘtre sans inquiĂ©tude et lui promit de veiller Ă  ce qu’elle pĂ»t habiter Rome mĂȘme sans danger.

Hipsala reprit alors l’origine des mystĂšres. (8) “Ce sanctuaire, dit-elle, n’avait d’abord Ă©tĂ© ouvert qu’aux femmes, et on n’y admettait ordinairement aucun homme. Il y avait dans l’annĂ©e trois jours fixes pour l’initiation, qui se faisait en plein jour. Les dames Ă©taient, chacune Ă  leur tour, investies du sacerdoce. (9) C’était une certaine Paculla Annia, de Campanie qui, pendant son sacerdoce, avait tout changĂ©, prĂ©tendant en avoir reçu l’ordre des dieux. C’était elle qui la premiĂšre avait initiĂ© des hommes, en amenant ses deux fils, Minius et HĂ©rennius Cerrinius, consacrĂ© la nuit en place du jour Ă  la cĂ©rĂ©monie, et rĂ©glĂ© qu’au lieu de trois jours par an, il y en aurait cinq par mois pour les initiations. (10) Depuis l’admission des hommes et le mĂ©lange des sexes, depuis qu’on avait fait choix de la nuit, si favorable Ă  la licence, il n’était sorte de forfaits et d’infamies qui n’eussent Ă©tĂ© accomplis et les hommes se livraient plus Ă  la dĂ©bauche entre eux qu’avec les femmes. (11) Ceux qui se prĂȘtaient avec quelque rĂ©pugnance Ă  ces excĂšs monstrueux, ou qui semblaient peu disposĂ©s Ă  les commettre eux-mĂȘmes, Ă©taient immolĂ©s comme des victimes. Le comble de la dĂ©votion parmi eux, c’était de ne reculer devant aucun crime.

(12) Les hommes paraissaient avoir perdu la raison et prophĂ©tisaient l’avenir en se livrant Ă  des contorsions fanatiques; les femmes, vĂȘtues en bacchantes et les cheveux Ă©pars, descendaient au Tibre en courant, avec des torches ardentes qu’elles plongeaient dans l’eau et qu’elles retiraient tout allumĂ©es, parce que ces torches renfermaient un mĂ©lange de chaux vive et de soufre naturel. (13) Les dieux Ă©taient supposĂ©s enlever des malheureux, qu’on attachait Ă  une machine et qu’on faisait disparaĂźtre en les prĂ©cipitant dans de sombres cavernes. On choisissait pour cela ceux qui avaient refusĂ© de se lier par un serment ou de s’associer aux forfaits ou de se laisser dĂ©shonorer. (14) La secte Ă©tait dĂ©jĂ  si nombreuse qu’elle formait presque un peuple; des hommes et des femmes de nobles familles en faisaient partie. Depuis deux ans il avait Ă©tĂ© dĂ©cidĂ© qu’on n’admettrait personne au-dessus de vingt ans; on voulait avoir des initiĂ©s dont l’ñge se prĂȘtĂąt facilement Ă  la sĂ©duction et au dĂ©shonneur.”

[Début]

[39,14] Révélation du complot au sénat

(1) AprĂšs avoir achevĂ© cette dĂ©position, Hipsala tomba de nouveau Ă  genoux et redemanda avec les mĂȘmes instances Ă  ĂȘtre Ă©loignĂ©e de l’Italie. (2) Le consul pria sa belle-mĂšre d’abandonner Ă  cette femme un logement dans sa maison, et Sulpicia lui donna une chambre Ă  l’étage le plus Ă©levĂ©; on ferma l’escalier qui conduisait de cette chambre Ă  la rue, et on ouvrit une entrĂ©e Ă  l’intĂ©rieur de la maison. (3) On y transporta sur-le-champ tous les effets de FaecĂ©nia, et on fit venir ses esclaves. Aebutius eut ordre de se retirer chez un des clients du consul.Lorsque Postumius eut ainsi les deux dĂ©nonciateurs en sa puissance, il fit son rapport au sĂ©nat et lui exposa successivement les rĂ©vĂ©lations qu’il avait reçues et le rĂ©sultat des informations qu’il avait prises. (4) Les sĂ©nateurs conçurent les plus vives alarmes, tant pour la sĂ»retĂ© publique, qui pouvait ĂȘtre compromise par quelque trame perfide Ă©laborĂ©e dans ces rĂ©unions et assemblĂ©es nocturnes, que pour le repos de leurs propres familles, dans lesquelles ils craignaient de trouver quelque coupable. (5) Ils votĂšrent cependant des remerciements au consul pour avoir conduit cette enquĂȘte avec une rare vigilance et le plus profond mystĂšre. (6) Ils chargĂšrent ensuite les consuls d’entamer une procĂ©dure extraordinaire contre les Bacchanales et les sacrifices nocturnes, de veiller sur la personne des dĂ©nonciateurs Aebutius et FaecĂ©nia, et de provoquer de nouvelles rĂ©vĂ©lations par l’appĂąt des rĂ©compenses.

(7) On convint en outre de faire rechercher soit Ă  Rome, soit dans tous les villages voisins, les prĂȘtres ou prĂȘtresses qui prĂ©sidaient Ă  ces sacrifices, pour les mettre Ă  la disposition des consuls, et de faire publier dans la ville ainsi que dans toute l’Italie (8) un Ă©dit portant dĂ©fense Ă  tous les initiĂ©s aux mystĂšres de Bacchus de se rĂ©unir et de se rassembler pour cĂ©lĂ©brer cette cĂ©rĂ©monie ou toute autre semblable. Avant toutes choses, on devait poursuivre ceux qui se rĂ©uniraient ou s’engageraient par des serments pour attenter Ă  l’honneur ou Ă  la vie des citoyens. (9) Telle fut la substance du sĂ©natus-consulte. Les consuls enjoignirent aux Ă©diles curules de rechercher tous les ministres de cette religion et, lorsqu’ils les auraient arrĂȘtĂ©s, de les tenir enfermĂ©s oĂč ils le jugeraient Ă  propos, afin qu’on pĂ»t les interroger. Les Ă©diles plĂ©bĂ©iens eurent ordre de veiller Ă  ce qu’il ne se fĂźt aucune cĂ©rĂ©monie secrĂšte. (10) On chargea les triumvirs capitaux d’établir des postes dans tous les quartiers et d’empĂȘcher les rĂ©unions nocturnes. Enfin, pour prĂ©venir les incendies, on adjoignit aux triumvirs des quinquĂ©virs qui devaient surveiller, chacun dans son quartier, les maisons situĂ©es en deçà du Tibre.

[Début]

[39,15] Discours de Postumius devant le peuple

(1) AprĂšs avoir envoyĂ© tous ces magistrats Ă  leurs diffĂ©rents postes, les consuls montĂšrent Ă  la tribune, et lĂ , en prĂ©sence de l’assemblĂ©e gĂ©nĂ©rale du peuple, Postumius, aprĂšs avoir prononcĂ© la formule solennelle d’invocation, par laquelle les magistrats commencent toujours leurs harangues au peuple, s’exprima en ces termes:(2) “Citoyens, jamais discours ne fut plus Ă  propos et n’eut plus besoin d’ĂȘtre prĂ©cĂ©dĂ© de cette invocation solennelle, qui vient de vous rappeler quels sont les dieux que vos ancĂȘtres ont toujours honorĂ©s de leur adoration, de leurs hommages et de leurs priĂšres, (3) car ils n’ont jamais reconnu ces divinitĂ©s Ă©trangĂšres, dont le culte infĂąme aveugle les esprits et les pousse par une sorte de dĂ©lire fanatique dans un abĂźme de forfaits et de souillures. (4) Je ne sais en effet ce que je dois vous taire, et jusqu’à quel point je puis parler. Je crains de manquer Ă  mon devoir si je vous laisse ignorer quelque chose, et de vous inspirer une trop grande frayeur si je vous dĂ©voile tout. (5) Quoi que je puisse dire, souvenez-vous que je resterai toujours au-dessous de la vĂ©ritĂ© dans cette monstrueuse affaire. J’aurai soin cependant d’en dire assez pour que sous soyez dĂ©sormais sur vos gardes.”

“(6) Vous savez que les Bacchanales se cĂ©lĂšbrent depuis longtemps dans toute l’Italie, et maintenant mĂȘme dans plusieurs quartiers de Rome. À dĂ©faut de la renommĂ©e qui vous en ait instruits, vous l’auriez appris, j’en suis sĂ»r, par ces sons discordants et ces hurlements qui retentissent la nuit dans toute la ville. Mais vous ignorez en quoi consistent ces mystĂšres. (7) Les uns croient que c’est quelque rite particulier, les autres que ce sont des divertissements et des plaisirs permis, tous que ces rĂ©unions, quel qu’en soit l’objet, sont peu nombreuses. (8) À l’égard du nombre, quand je vous dirai qu’on y compte plusieurs milliers d’hommes, vous allez vous effrayer sur-le-champ, si je ne vous les fais connaĂźtre.”

“(9) D’abord ce sont en grande partie des femmes, et lĂ  fut la source du mal, puis des hommes effĂ©minĂ©s, corrompus ou corrupteurs, fanatiques abrutis par les veilles, l’ivresse, le bruit des instruments et les cris nocturnes. (10) C’est une association sans force jusqu’à prĂ©sent, mais qui menace de devenir trĂšs redoutable, parce que de jour en jour elle reçoit de nouveaux adeptes. (11) Vos ancĂȘtres ont cru ne devoir permettre vos assemblĂ©es que dans le cas oĂč l’étendard, dĂ©ployĂ© sur la citadelle, appelait les centuries hors de Rome pour voter aux comices, ou bien lorsque les tribuns convoquaient les tribus, ou encore lorsqu’un magistrat dĂ©sirait haranguer le peuple. Ils ont voulu aussi que partout oĂč l’assemblĂ©e avait lieu, il y eĂ»t, pour la diriger, une autoritĂ© reconnue par la loi.”

“(12) Quelle idĂ©e aurez-vous donc de ces rĂ©unions, qui se tiennent la nuit et oĂč les sexes sont confondus? (13) Si vous saviez Ă  quel Ăąge les hommes y sont initiĂ©s, vous ne vous borneriez pas Ă  les plaindre, vous rougiriez pour eux. Citoyens, pensez-vous qu’on doive admettre dans vos armĂ©es des jeunes gens enrĂŽlĂ©s dans cette milice? les tirer de cet infĂąme repaire pour leur confier des armes? (14) remettre Ă  ces misĂ©rables, souillĂ©s de prostitutions, dont ils ont Ă©tĂ© les agents ou les victimes, le soin de combattre pour l’honneur de vos femmes et de vos enfants?”

[Début]

[39,16] Suite du discours de Postumius

(1) “Ce ne serait rien encore si leurs dĂ©bauches n’avaient d’autre effet que de les Ă©nerver et de les couvrir d’une honte toute personnelle, si leurs bras restaient Ă©trangers au crime et leur Ăąme Ă  la perfidie. (2) Mais jamais la rĂ©publique ne fut attaquĂ©e d’un flĂ©au plus terrible ni plus contagieux. Tous les excĂšs du libertinage, tous les attentats commis dans ces derniĂšres annĂ©es sont sortis, sachez-le bien, de cet infĂąme repaire. (3) Et les forfaits dont on a jurĂ© l’exĂ©cution ne se sont pas encore tous produits au grand jour. Les membres de cette association impie se bornent encore Ă  des crimes particuliers, parce qu’ils ne sont pas assez forts pour Ă©craser la rĂ©publique. Chaque jour le mal s’accroĂźt et s’étend; il a dĂ©jĂ  fait trop de progrĂšs pour se renfermer dans le cercle des violences particuliĂšres; c’est Ă  l’état tout entier qu’il veut s’attaquer.”"(4) Si vous n’y prenez garde, citoyens, Ă  cette assemblĂ©e qui a lieu en plein jour, et qui a Ă©tĂ© lĂ©galement convoquĂ©e par le consul, va bientĂŽt succĂ©der une assemblĂ©e de nuit tout aussi nombreuse. Ils vous craignent maintenant, ces coupables, parce qu’ils sont isolĂ©s et que vous ĂȘtes tous rĂ©unis en assemblĂ©e; mais Ă  peine vous serez-vous sĂ©parĂ©s pour retourner dans vos maisons ou dans vos champs, qu’ils se rĂ©uniront Ă  leur tour; ils dĂ©libĂ©reront sur les moyens d’assurer leur salut et votre perte; alors vous serez seuls et vous devrez les craindre, car ils seront rĂ©unis. (5) Chacun de vous doit donc faire des voeux pour que tous les siens se soient prĂ©servĂ©s de la contagion. S’il en est que le libertinage ou la folie a entraĂźnĂ©s dans ce gouffre, il faut les considĂ©rer comme appartenant, non plus Ă  sa famille, mais Ă  cette bande de dĂ©bauchĂ©s et d’assassins Ă  laquelle ils se sont liĂ©s par leurs serments.”

“(6) Et que personne ne se fasse ici de vaines illusions; je ne suis pas rassurĂ© sur votre compte. Rien ne contribue mieux Ă  Ă©garer l’homme que la superstition. (7) Lorsque le crime se couvre du manteau de la religion, on craint de porter quelque atteinte aux droits de la divinitĂ© en punissant les forfaits des hommes. Que ces scrupules ne vous arrĂȘtent pas; de nombreux dĂ©crets des pontifes, des sĂ©natus-consultes et les rĂ©ponses des haruspices doivent vous en affranchir. (8) Combien de fois nos pĂšres et nos aĂŻeux n’ont-ils pas chargĂ© les magistrats de s’opposer Ă  toute cĂ©rĂ©monie d’un culte Ă©tranger, d’interdire le Forum, le Cirque et la ville aux prĂȘtres et aux devins, de rechercher et de brĂ»ler les livres de prophĂ©ties, de proscrire tout rite, tout sacrifice autres que ceux des Romains! (9) Ils pensaient en effet, ces hommes si versĂ©s dans la connaissance des lois divines et humaines, que rien ne tendait plus Ă  dĂ©truire le culte national que l’introduction des pratiques Ă©trangĂšres.”

“(10) VoilĂ  ce dont j’ai cru devoir vous prĂ©venir, pour Ă©loigner de vos esprits toute crainte superstitieuse, quand vous nous verrez anĂ©antir les Bacchanales et dissoudre ces infĂąmes rĂ©unions. (11) Dans tout cela, nous agirons avec l’aide et la protection des dieux. Ce sont eux qui, indignĂ©s de voir le crime et la dĂ©bauche profaner leur majestĂ© de leurs souillures, les ont fait sortir de l’obscuritĂ© oĂč ils se cachaient et les ont dĂ©voilĂ©s au grand jour, non pour les laisser impunis mais pour les Ă©craser sous le poids d’une Ă©clatante vengeance.”

“(13) Le sĂ©nat m’a chargĂ©, ainsi que mon collĂšgue, d’informer extraordinairement sur cette affaire; nous accomplirons avec zĂšle la mission qui nous est personnellement confiĂ©e. Nous avons enjoint aux magistrats infĂ©rieurs de veiller la nuit sur la ville. Vous, de votre cĂŽtĂ©, remplissez les devoirs de votre position; que chacun exĂ©cute ponctuellement, dans le poste qui lui sera assignĂ©, les ordres qu’il recevra, et prĂ©vienne par sa vigilance les dangers ou les troubles que pourrait faire naĂźtre la trahison.”

[Début]

[39,17] Mesures prises contre la secte

(1) Les consuls firent ensuite donner lecture des sĂ©natus-consultes et annoncer des rĂ©compenses pour quiconque leur amĂšnerait ou leur dĂ©couvrirait un coupable. (2) “Si quelque prĂ©venu, dirent-ils, prenait la fuite, ils lui fixeraient un jour pour comparaĂźtre et, s’il ne rĂ©pondait pas Ă  la citation, il serait condamnĂ© par contumace. Si parmi les accusĂ©s il s’en trouvait qui fussent en ce moment hors de l’Italie, on leur accorderait un plus long dĂ©lai pour leur donner les moyens de venir plaider leur cause.” (3) Ils dĂ©fendirent ensuite de rien vendre ou acheter qui pĂ»t favoriser la fuite, d’accueillir, de cacher ou d’aider en aucune façon les fugitifs.(4) L’assemblĂ©e Ă©tait Ă  peine congĂ©diĂ©e que de vives alarmes se rĂ©pandirent par toute la ville. Cette frayeur ne se renferma point dans l’enceinte de Rome ni mĂȘme dans son territoire, mais elle gagna bientĂŽt l’Italie dans tous les sens, lorsqu’on eut reçu les lettres des citoyens qui communiquaient Ă  leurs hĂŽtes des villes le sĂ©natus-consulte, la harangue de Postumius et l’édit des consuls. (5) Pendant la nuit qui suivit le jour oĂč l’affaire fut exposĂ©e au peuple, les postes Ă©tablis aux portes par les triumvirs arrĂȘtĂšrent beaucoup de fugitifs et les forcĂšrent Ă  retourner sur leurs pas; d’autres furent dĂ©noncĂ©s et quelques-uns d’entre eux, hommes et femmes, se donnĂšrent la mort.

(6) On portait le nombre des conjurĂ©s Ă  plus de sept mille personnes des deux sexes. On savait que les chefs du complot Ă©taient les plĂ©bĂ©iens Marcus et Caius Atinius, le Falisque L. Opicernius et le Campanien Minius Cerrinius. (7) C’étaient eux qui avaient commencĂ© la sĂ©rie des forfaits et des infamies, eux qui Ă©taient les grands-prĂȘtres et les fondateurs de la nouvelle religion. On s’occupa de les saisir au plus tĂŽt. Ils furent amenĂ©s devant les consuls, avouĂšrent tout et furent exĂ©cutĂ©s sur-le-champ.

[Début]

[39,18] La répression

(1) Mais le nombre des fugitifs Ă©tait si considĂ©rable que, pour Ă©pargner une condamnation Ă  plusieurs citoyens qui Ă©taient en procĂšs, les prĂ©teurs T. Minius et M. Licinius furent obligĂ©s d’accorder un sursis de trente jours et d’attendre que les consuls eussent achevĂ© leur enquĂȘte. (2) Il en fut de mĂȘme pour les accusĂ©s qui ne comparaissaient pas Ă  Rome et qu’on n’y pouvait trouver; leur absence força les consuls Ă  parcourir les bourgs voisins pour y chercher ceux qu’ils poursuivaient et les juger.(3) Ceux qui n’avaient Ă©tĂ© qu’initiĂ©s et qui n’avaient fait que rĂ©pĂ©ter aprĂšs le prĂȘtre la formule sacramentelle, comprenant l’engagement infĂąme de se livrer Ă  tous les excĂšs, du crime et du libertinage, mais qui n’avaient souffert ou commis aucune des turpitudes dont leur serment leur faisait une loi, furent laissĂ©s en prison. (4) Tous les initiĂ©s coupables de prostitution ou de meurtre, de faux tĂ©moignages, de fausses signatures, de testaments supposĂ©s, ou de toute autre fraude aussi dĂ©shonorante, furent condamnĂ©s Ă  mort. Leur nombre fut plus grand que celui des prisonniers: on remarqua dans les deux catĂ©gories beaucoup d’hommes et de femmes. (6) Les femmes condamnĂ©es furent remises entre les mains de leurs parents ou de ceux en puissance de qui elles se trouvaient, pour qu’ils les fissent exĂ©cuter en particulier. S’il n’y avait personne qui pĂ»t ĂȘtre chargĂ© de leur supplice, on les exĂ©cutait publiquement.

(7) On enjoignit ensuite aux consuls de s’occuper de dĂ©truire les Bacchanales d’abord Ă  Rome, puis dans toute l’Italie, et de ne respecter que les autels ou statues anciennement consacrĂ©s Ă  Bacchus. (8) Un sĂ©natus-consulte rĂ©gla pour l’avenir qu’il n’y aurait plus de Bacchanales Ă  Rome, ni dans l’Italie; que si quelqu’un Ă©tait convaincu de l’importance et de la nĂ©cessitĂ© de ces mystĂšres, s’il croyait ne pouvoir se dispenser de les cĂ©lĂ©brer sans Ă©prouver des scrupules et redouter un malheur, il ferait sa dĂ©claration au prĂ©teur, qui en rĂ©fĂ©rerait au sĂ©nat; (9) et si cent sĂ©nateurs au moins lui accordaient l’autorisation, il ne pourrait cĂ©lĂ©brer la cĂ©rĂ©monie qu’en prĂ©sence de cinq personnes au plus, sans qu’on eĂ»t mis de l’argent en commun pour les frais, sans qu’on eĂ»t pris un prĂȘtre ou un sacrificateur.

[Début]

[39,19] Punition des coupables et récompnse des dénonciateurs

(1) Un second sĂ©natus-consulte, rendu sur la proposition du consul Q. Marcius, suivit de prĂšs ce premier; il ajournait aprĂšs la fin des enquĂȘtes et le retour de Sp. Postumius Ă  Rome, la question des rĂ©compenses promises aux dĂ©nonciateurs.(2) On fut d’avis d’envoyer le Campanien Minius Cerrinius dans les prisons d’ArdĂ©e et de recommander aux magistrats de cette ville de l’y faire Ă©troitement garder Ă  vue, afin de prĂ©venir son Ă©vasion et de l’empĂȘcher de se donner la mort. (3) Peu de temps aprĂšs Sp. Postumius revint Ă  Rome. Sur sa proposition, le sĂ©nat rĂ©digea un dĂ©cret pour rĂ©compenser P. Aebutius et Hipsala FaecĂ©nia, qui avaient mis l’autoritĂ© consulaire sur les traces du complot. (4) “Les questeurs de la ville devaient compter Ă  chacun d’eux cent mille as pris dans le trĂ©sor public. Le consul devait s’entendre de son cĂŽtĂ© avec les tribuns pour qu’ils proposassent au peuple, dans le plus bref dĂ©lai, une loi qui accordait Ă  P. Aebutius les privilĂšges de la vĂ©tĂ©rance et le droit de ne pas servir malgrĂ© lui comme fantassin ou comme cavalier. (5) Hipsala FaecĂ©nia fut autorisĂ©e Ă  disposer de ses biens en tout ou en partie, Ă  passer par alliance dans une famille plus noble que la sienne, Ă  se choisir un tuteur, qui serait aussi lĂ©gitime qu’un tuteur testamentaire, et Ă  Ă©pouser un homme de condition libre, sans que ce mariage compromĂźt en rien l’honneur ou la fortune de son Ă©poux. (6) Les consuls et les prĂ©teurs actuellement en charge aussi bien que leurs successeurs futurs Ă©taient tenus de protĂ©ger cette femme contre toute injure, et de veiller Ă  sa sĂ»retĂ©. Telle Ă©tait la volontĂ© expresse du sĂ©nat.” (7) Ce sĂ©natus-consulte fut soumis au peuple qui le sanctionna. Quant aux autres dĂ©nonciateurs, on laissa les consuls maĂźtres de leur faire grĂące ou de les rĂ©compenser.

[Début]

[39,20] OpĂ©rations en Liguruie (Ă©tĂ© 186); revers subi par l’armĂ©e consulaire

(1) Q. Marcius, ayant terminĂ© l’enquĂȘte dont il Ă©tait chargĂ©, se disposa Ă  partir pour la Ligurie, sa province; il avait reçu un renfort de trois mille hommes d’infanterie romaine, cinq mille d’infanterie latine et deux cents chevaux. (2) On avait assignĂ© Ă  son collĂšgue le mĂȘme dĂ©partement et le mĂȘme nombre de troupes. Ils prirent le commandement des armĂ©es qui avaient servi l’annĂ©e prĂ©cĂ©dente sous les ordres des consuls C. Flaminius et M. Aemilius.(3) Un sĂ©natus-consulte leur enjoignit en outre d’enrĂŽler deux lĂ©gions nouvelles; ils exigĂšrent des alliĂ©s du nom latin vingt mille hommes d’infanterie et treize cents chevaux, et levĂšrent parmi les citoyens trois mille fantassins et deux cents cavaliers. (4) Toutes ces forces, Ă  la rĂ©serve des deux lĂ©gions, Ă©taient destinĂ©es Ă  renforcer l’armĂ©e d’Espagne. Aussi les consuls, dont toute l’attention Ă©tait tournĂ©e vers l’enquĂȘte relative aux Bacchanales, avaient-ils chargĂ© T. Maenius de prĂ©sider aux levĂ©es.

(5) AprĂšs l’enquĂȘte, Q. Marcius partit le premier pour marcher contre les Ligures Apuans. (6) Pendant qu’il les poursuivait au fond des forĂȘts, qui leur avaient toujours servi d’asile et de retraite, il s’engagea dans un dĂ©filĂ© oĂč l’ennemi l’attendait, et y fut enveloppĂ© dans une position dĂ©savantageuse. (7) Il perdit quatre mille hommes; trois enseignes de la seconde lĂ©gion et onze Ă©tendards des alliĂ©s tombĂšrent au pouvoir des Ligures avec une grande quantitĂ© d’armes, dont les soldats se dĂ©barrassaient en courant, parce qu’elles gĂȘnaient leur fuite Ă  travers les sentiers du bois. (8) Les Romains fuyaient encore, que les Ligures avaient dĂ©jĂ  suspendu leur poursuite. (9) Le consul, Ă  peine sorti du territoire ennemi et parvenu en pays alliĂ©, licencia ses soldats pour que sa perte parĂ»t moins sensible. (10) Mais il ne parvint pas Ă  Ă©touffer le bruit de sa dĂ©faite; le dĂ©filĂ© d’oĂč les Ligures l’avaient chassĂ© reçut le nom de Marcius.

[Début]

[39,21] Nouvelles d’Espagne

(1) La nouvelle de cet Ă©chec venait d’arriver de la Ligurie Ă  Rome, lorsqu’on reçut d’Espagne une lettre dont la lecture causa autant de tristesse que de joie. (2) C. Atinius, qui depuis deux ans Ă©tait parti pour cette province en qualitĂ© de prĂ©teur, avait livrĂ© bataille aux Lusitaniens sur le territoire de Hasta, tuĂ© prĂšs de six mille hommes, mis le reste en fuite et forcĂ© le camp ennemi. (3) Puis il avait menĂ© ses lĂ©gions au siĂšge de Hasta et s’était emparĂ© de cette place aussi facilement que du camp; mais en s’approchant des murs avec trop peu de prĂ©caution, il avait reçu une blessure dont il Ă©tait mort peu de jours aprĂšs.(4) AprĂšs la lecture de la dĂ©pĂȘche qui annonçait la mort du proprĂ©teur, le sĂ©nat fit partir un courrier chargĂ© d’atteindre le prĂ©teur C. Calpurnius au port de Luna et de lui intimer de sa part l’ordre de passer Ă  la hĂąte en Espagne, afin que cette province ne restĂąt point sans gouverneur. (5) Le courrier arriva le quatriĂšme jour Ă  Luna; mais Calpurnius avait quittĂ© ce port quelques jours auparavant. (6) Dans l’Espagne citĂ©rieure aussi, L. Manlius Acidinus, qui avait Ă©tĂ© investi du commandement en mĂȘme temps que C. Atinius, en vint aux mains avec les CeltibĂšres. (7) La victoire resta indĂ©cise; toutefois les ennemis dĂ©campĂšrent la nuit suivante et les Romains purent ensevelir leurs morts et recueillir les dĂ©pouilles du champ de bataille.

(8) Peu de jours aprĂšs, les CeltibĂšres, qui avaient rĂ©uni une armĂ©e plus considĂ©rable, revinrent prĂ©senter la bataille aux Romains prĂšs de Calagurris. (9) On ignore pourquoi, malgrĂ© la supĂ©rioritĂ© de leurs forces, ils opposĂšrent encore moins de rĂ©sistance; mais ils furent vaincus. Acidinus leur tua prĂšs de douze mille hommes, fit plus de deux mille prisonniers, se rendit maĂźtre de leur camp (10) et, si l’arrivĂ©e d’un successeur ne l’eĂ»t arrĂȘtĂ© au milieu de ses progrĂšs, il eĂ»t sans doute assujetti les CeltibĂšres. Les deux nouveaux prĂ©teurs firent rentrer leurs armĂ©es dans les quartiers d’hiver.

[Début]

[39,22] Jeux et fĂȘtes religieuses. ProblĂšmes posĂ©s par l’immigration gauloise

(1) Au moment oĂč ces nouvelles arrivĂšrent d’Espagne, on cĂ©lĂ©brait pour des motifs religieux les jeux Tauriens, qui durĂšrent deux jours. Puis M. Fulvius fit reprĂ©senter, pendant dix autres jours, avec un pompeux appareil, les jeux qu’il avait vouĂ©s durant la guerre d’Étolie. (2) Grand nombre d’artistes vinrent en cette occasion de la GrĂšce Ă  Rome. Ce fut aussi la premiĂšre fois que les Romains jouirent du spectacle d’un combat d’athlĂštes et d’une chasse de lions et de panthĂšres; la magnificence et la variĂ©tĂ© de cette fĂȘte furent dignes du luxe de l’époque.(3) On offrit ensuite un sacrifice novendial, parce qu’il Ă©tait tombĂ© pendant trois jours une pluie de pierres dans le PicĂ©num, et qu’on avait vu, disait-on, en plusieurs endroits, apparaĂźtre des feux follets, dont la flamme lĂ©gĂšre avait brĂ»lĂ© les vĂȘtements de diverses personnes. (4) On ajouta Ă  ces cĂ©rĂ©monies, en vertu d’un dĂ©cret des pontifes, un jour de supplications parce que le temple d’Ops, dans le Capitole, avait Ă©tĂ© frappĂ© de la foudre. Les consuls immolĂšrent les grandes victimes pour conjurer ces prodiges et purifiĂšrent la ville. (5) Vers le mĂȘme temps on apprit qu’on avait dĂ©couvert dans l’Ombrie un hermaphrodite d’environ douze ans. EffrayĂ©s de ce prodige, les magistrats ordonnĂšrent de transporter l’enfant hors du territoire romain et de le mettre Ă  mort sur-le-champ.

(6) La mĂȘme annĂ©e les Gaulois transalpins passĂšrent en VĂ©nĂ©tie et, sans y exercer aucun ravage, aucun acte d’hostilitĂ©, ils choisirent, non loin de l’endroit oĂč se trouve aujourd’hui AquilĂ©e, un emplacement propre Ă  bĂątir une ville. (7) Rome envoya des ambassadeurs au-delĂ  des Alpes pour se plaindre de cette invasion; on fit rĂ©pondre “que cette Ă©migration n’avait pas eu lieu d’aprĂšs l’assentiment de la nation et qu’on ignorait ce que les Gaulois faisaient en Italie.”

(8) Ce fut alors que L. Scipion cĂ©lĂ©bra pendant dix jours les jeux qu’il disait avoir vouĂ©s dans la guerre contre Antiochus; il en fit les frais avec l’argent que les rois et les citĂ©s de l’Asie lui avaient remis Ă  cet effet. (9) Suivant le rĂ©cit de ValĂ©rius Antias, il fut, aprĂšs sa condamnation et la vente de ses biens, envoyĂ© comme ambassadeur en Asie pour rĂ©gler les diffĂ©rends survenus entre les rois Antiochus et EumĂšne, (10) profita de sa mission pour recueillir ces contributions et rassembler des artistes de toutes les contrĂ©es de l’Asie et fit connaĂźtre au sĂ©nat, aprĂšs son retour seulement, son intention d’accomplir un voeu, dont il n’avait pas parlĂ© Ă  la suite de la guerre oĂč il prĂ©tendait l’avoir contractĂ©.

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