- Actual estado del Mural del Palacio de Mari
La composición más completa de la iconografía mural del Palacio de Mari se ha denominado “Investidura de Zimrilim”. Apareció en el patio dominado 106 del palacio. El cuadro central presenta dos registros superpuestos.
En el de Arriba la diosa Ishtar, vestida de falda larga y abierta, sobre túnica corta, entrega al príncipe la vara y el aro, símbolos del poder y la justicia. La diosa tiene puesto el pie derecho sobre un león yacente, su atributo; de cada uno de sus hombros sobresale un haz de armas; una maza entre dos hachas; su mano izquierda lleva una cimitarra. Lo mismo ella que las deidades del séquito llevan coronas de triples cuernos. Estos aparecen vistos de perfil, y no de frente como en todas las representaciones más antiguas. Zimrilim se toca de un alto sombrero abombado, de reborde ancho y un faldellín y una toga ribeteada de caireles.
Una cinta larga le cae por la espalda, desde la nuca a la pantorrilla. Con la mano izquierda recoge los símbolos que Ishtar le ofrece mientras levanta la mano derecha en gesto de salutación. En el registro inferior dos diosas de la fecundidad acuática, con sus vestidos de ondas, sostienen aríbalos de los que brotan plantas y manantiales poblados de peces.
- Reconstrucción del fresco del Palacio de Mari.
Fuera del marco del cuadro central, dos diosas, de vestidos de volantes, lo miran a distancia con los brazos levantados en actitud de adoración. Entre ellas y el cuadro se alzan, a cada lado, una esbelta palmera (por la que dos hombrecillos trepan y cogen dátiles) y un árbol fantástico, de hojas en abanico. Junto al tronco de éste se superponen en sendos renglones una esfinge con tocado de plumas, un grifo con coleta blanca en la cabeza, y un zebú sobre una montaña. Entre las copas de los árboles vuela un gran pájaro azul, un “cazador de África”, según Parrot.
Es evidente que todos estos elementos, vueltos de cara al cuadro central, completan el simbolismo de éste como las alas de un tríptico. Moortgat sugiere que los animales fantásticos representan al mundo infraterreno; los árboles y hombres, la tierra; el pájaro, los aires. Tal vez sea cierto. Igualmente lo es la fuerza de ilustración de esos árboles que en las viejas mitologías orientales se llaman Árbol de la Vida y Árbol de la Ciencia, uno de ellos aquí guardado por esfinges. Esto, según Parrot, refleja una clara ilustración del fondo mesopotámico en los primeros capítulos del Génesis.
La iconografía de este mural está llena de innovaciones temáticas del origen sirio occidental: la Ishtar guerrera, con el pie sobre el león; la postura de todos los dioses, de pie, y no sentados como en el arte neosumerio; la esfinge y el grifo de la mitología del levante Asiático; las hojas y las flores en abanico, del sello egipcio; el marco exterior del mural, cubierto de espirales enlazadas, tan del gusto de los cretenses. En todo ello se adivina la presencia de artistas sirios que Zimrilim tendría ocasión de conocer en Alepo durante su exilio y que han dejado algunos vestigios de su labor en el palacio de Alalakh.
Hay que destacar como fundamental el modo de representar las tiaras con los cuernos vistos de perfil. Es una novedad que la escultura presenta en la Estela de Hammurabi y un importante paso para la visión en perspectiva.
- Fragmento de una pintura mural del Palacio de Mari, alto 80cm Louvre.
El mismo patio 106 ha dado dos bellos fragmentos de una ceremonia religiosa en la que unos toros van conducidos al sacrificio con los ornamentos propios de tal solemnidad (las puntas de los cuernos forradas de oro y las frentes cubiertas de lúnulas). Los hombres llevan casquetes abombados en la cabeza, medallones al cuello y togas con pasamanos de caireles. Al frente del cortejo camina con aire marcial un personaje de tamaño doble que sus seguidores; por desgracia, le faltan los hombros, la cabeza y los pies.
Su indumentaria se parece mucho a la del Zimrilim de la “Investidura”, salvo en un pormenor: el cinturón triple con dije terminal en forma de loto. Por otra parte, esas pinturas están asentadas en yeso, no en la mano de barro sobre la que descansan la “Investidura” y las de la Sala de Audiencias. Además, el pintor no sigue en los cuernos de los toros la misma regla de perspectiva que en las tiaras de la “Investidura”. Este hecho ha dado lugar a una polémica entorno a si el mural pertenecía a otra época. Parrot no lo ha estimado así, pero Moortgat se inclina por una fecha algo anterior.
En la Sala de Audiencias, nº 132, las composiciones murales se superponen en cinco frisos, dos de ellos principales y tres menores y secundarios, éstos con portadores de ofrendas y escenas de guerra a las que pertenecería un guerrero con turbante y barbuquejo. Las escenas de los frisos principales son dos. Arriba una ofrenda a Ishtar, realizada por una diosa de rango inferior, en presencia de otros dioses y hombres. Abajo el sacrificio a un dios coronado por la media luna.
El sacrificante es un rey que ha depositado sobre el ara una lamparilla con fuego y ahora hace una libación sobre el ara y dos vasos de pie alto. Siguen una diosa mediadora y un hombre con una maza y una redoma. Detrás de el hay un vaso manante y luego una divinidad nocturna que extiende los brazos bajo la bóveda celeste tachonada de estrellas. Su postura recuerda un poco a la de las diosas aladas de pies de pájaro, como su cabeza se parece a la de los dioses de cuatro caras.
Entra en lo posible que estas pinturas sean más antiguas que las ya examinadas, pero los argumentos esgrimidos por Moortgat para hacerla
remontar a época neosumeria, como coetáneas del las estelas de Judea y de Urnammu carecen de base convincente. El vaso con el que el rey rocía el altar y los vasos situados delante, tienen, en efecto, la misma forma que el de Judea, pero también que el del monarca de una estela en donde éste comparece ante un dios como Hammurabi ante Samash, el dios Sol, estela que poco anterior será a la del reyr babilónico. La pintura encaja perfectamente en la época de Isin- Larsa.
La paleta de estos muralistas revela un enriquecimiento en la “Investidura de Zimrilim” con respecto a las demás. A los cuatro colores de éstos - blanco, amarillo, ocre y negro en matices de pardo a rojizo- añade aquella el azul y el verde.
- Bibliografía:
- BLANCO FREIJEIRO, A. Arte antiguo del Asia Anterior. Sevilla, 1972.
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