9 abr 10

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Desarrollo de la historia de Roma

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Existían en Roma dos clases sociales muy diferenciadas : patricios y plebeyos.

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Los primeros eran la clase privilegiada y en los comienzos de la historia de Roma, sólo ellos eran ciudadanos y tenían la posibilidad de votar en los comicios curiados o por curias.

ORIGEN DE LOS PATRICIOS ROMANOS

Su origen se remontaba a los fundadores de Roma, de los que se consideraban descendientes. El resto de la población, los plebeyos, que conformaban la mayoría, eran los que luego fueron incorporándose a la ciudad.

Una clase intermedia era la constituida por los clientes, que eran plebeyos unidos a un patricio por un contrato que establecía entre ellos derechos y obligaciones. El patrono debía proteger al cliente con asesoramiento legal y representación jurídica en Roma , que solo los romanos tenian , y el cliente debía prestar su colaboración, incluso económica en caso de que el patrono la necesitase e ir con el a la guerra.

Plebeyos Clientes:

plebeyo

Eran plebeyos que no tenían recursos propios y se ponían al servicio de un patricio (para ir a la guerra, votarle en los comicios, etc.). A cambio su patrón les daba alimentos y/o dinero. Con el paso del tiempo, los clientes fueron empobreciéndose cada vez más, hasta convertirse en una masa de desocupados fácil de manipular con fines políticos.

Plebeyos Romanos

Al terminar el supuesto gobierno de los reyes, el control político romano quedó en manos de los patricios, pero los plebeyos, acrecentados en su número y en algunos casos, en riqueza, originaron un largo conflicto en pos de sus intereses.

Los plebeyos adquirieron la ciudadanía con la creación de los Comicios Centuriados, tras de la reforma atribuida al rey Servio Tulio, que clasificaba a la población de acuerdo a su fortuna en 193 centurias .

En los Comitios Centuriados se votaba por centuria, entendiéndose por tal cien soldados. Lejos de significar una mejora, integrar los comicios les traía aparejados una serie de obligaciones, como integrarse en el ejército o pagar impuestos, pero no podían formar parte del Senado, ocupar las magistraturas o contraer matrimonio romano con patricios.

Los plebeyos pobres se veían aún más perjudicados, pues ahora, incorporados al ejército, debían abandonar sus pequeñas plantaciones, lo que los conducía a la ruina material y a la esclavitud por deudas, siendo el soporte de la milicia romana.No tenian tierras cuando eran lo que luchaban y morian por conseguir lo que se denomina “Ager publicus”, el caballo de batalla de toda la historia romana.

Esta situacion , surgida a principios del siglo V a .C., la narra Tito Livio ( Ab Urbe Condita II,23-24 ) de esta forma:

“El problema de las deudas y la reacción de la plebe romana.

XXIII - La primera revuelta de la plebe

Sed et bellum Volscum imminebat et civitas secum ipsa discors intestino inter patres plebemque flagrabat odio, maxime propter nexos ob aes alienum. Fremebant se, foris pro libertate et imperio dimicantes, domi a civibus captos et oppressos esse, tutioremque in bello quam in pace et inter hostes quam inter cives libertatem plebis esse; invidiamque eam sua sponte gliscentem insignis unius calamitas accendit. Magno natu quidam cum omnium malorum suorum insignibus se in forum proiecit. Obsita erat squalore vestis, foedior corporis habitus pallore ac macie perempti; ad hoc promissa barba et capilli efferaverant speciem oris. Noscitabatur tamen in tanta deformitate, et ordines duxisse aiebant, aliaque militiae decora volgo miserantes eum iactabant; ipse testes honestarum aliquot locis pugnarum cicatrices adverso pectore ostentabat. Sciscitantibus unde ille habitus, unde deformitas, cum circumfusa turba esset prope in contionis modum, Sabino bello ait se militantem, quia propter populationes agri non fructu modo caruerit, sed villa incensa fuerit, direpta omnia, pecora abacta, tributum iniquo suo tempore imperatum, aes alienum fecisse. Id cumulatum usuris primo se agro paterno avitoque exuisse, deinde fortunis aliis; postremo velut tabem pervenisse ad corpus; ductum se ab creditore non in servitium, sed in ergastulum et carnificinam esse. Inde ostentare tergum foedum recentibus vestigiis verberum. Ad haec visa auditaque clamor ingens oritur. Non iam foro se tumultus tenet, sed passim totam urbem pervadit. Nexi, vincti solutique, se undique in publicum proripiunt, implorant Quiritium fidem. Nullo loco deest seditionis voluntarius comes; multis passim agminibus per omnes vias cum clamore in forum curritur. Magno cum periculo suo qui forte patrum in foro erant in eam turbam inciderunt; nec temperatum manibus foret, ni propere consules, P. Servilius et Ap. Claudius, ad comprimendam seditionem intervenissent. At in eos multitudo versa ostentare vincula sua deformitatemque aliam. Haec se meritos dicere, exprobrantes suam quisque alius alibi militiam; postulare multo minaciter magis quam suppliciter ut senatum vocarent; curiamque ipsi futuri arbitri moderatoresque publici consilii circumsistunt. Pauci admodum patrum, quos casus obtulerat, contracti ab consulibus; ceteros metus non curia modo sed etiam foro arcebat, nec agi quicquam per infrequentiam poterat senatus. Tum vero eludi atque extrahi se multitudo putare, et patrum qui abessent, non casu, non metu, sed impediendae rei causa abesse, et consules ipsos tergiversari, nec dubie ludibrio esse miserias suas. Iam prope erat ut ne consulum quidem maiestas coerceret iras hominum, cum incerti morando an veniendo plus periculi contraherent, tandem in senatum veniunt. Frequentique tandem curia non modo inter patres sed ne inter consules quidem ipsos satis conveniebat. Appius, vehementis ingenii vir, imperio consulari rem agendam censebat; uno aut altero arrepto, quieturos alios: Servilius, lenibus remediis aptior, concitatos animos flecti quam frangi putabat cum tutius tum facilius esse.

Pero la guerra con los volscos era inminente y, por otra parte, la ciudad, enfrentada consigo misma, estaba encendida por el odio intestino entre senadores y plebeyos, debido sobre todo al esclavizamiento por las deudas.

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Protestaban con indignación de luchar en el exterior por la libertad y el imperio, y estar en el interior convertidos en esclavos y oprimidos por sus conciudadanos; de que la libertad de la plebe estaba más a salvo en la guerra que en la paz, entre enemigos que entre compatriotas. Aquella animosidad, que por si sola iba tomando cuerpo, se vio avivada por la desgracia hiriente de un individuo.

Un hombre de edad avanzada se precipitó en el foro llevando sobre si las señales de sus sufrimientos: sus ropas estaban cubiertas de mugre, y más desagradable aun era el aspecto de su cuerpo consumido, libido y macilento; por si esto fuera poco, lo largo de su barba y cabellos había dado a su rostro una expresión salvaje. Desfigurado como estaba, se le reconocía, sin embargo, y se decía que había mandado una centuria y se enumeraban otros brillantes hechos de armas, compadeciéndolo todo el mundo; el mismo mostraba las cicatrices recibidas dando cara al enemigo, como testimonio de haber peleado honrosamente en más de una ocasión.

Al preguntarle por que tenía aquel aspecto, por que estaba tan desfigurado, como lo rodeaba una multitud a manera casi de una asamblea del pueblo, dijo que, mientras el estaba en el frente en la guerra contra los sabinos, sus tierras habían sido devastadas y no só10 se había quedado sin cosecha, sino que su granja había sido incendiada, sus bienes todos saqueados, su ganado robado; en esa racha tan desafortunada para él, se le habían reclamado los impuestos y había contraído una deuda; esta, incrementada por los intereses, le había hecho quedarse, primero, sin la tierra de su padre y de su abuelo, después sin los demás bienes y, finalmente, como si fuera una enfermedad contagiosa, había alcanzado su cuerpo, y su acreedor lo había arrojado no a la esclavitud, sino a una mazmorra y a una cámara de tortura.

Prisioneros romanos en la mazmorra:La esclavitud por deudas hizo al pueblo enfrentarse a los patricios.El comienzo del problema del ager publicus

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Acto seguido, mostraba la espalda hecha una lastima por las huellas recientes de los azotes. Al verlo y escucharlo se eleva un enorme griterío.

La agitación no se circunscribe al Foro, sino que se extiende en todas direcciones por la ciudad entera. Los deudores, cubiertos o no de cadenas, se lanzan a la calle por todas partes pidiendo protección a los ciudadanos. No hay rincón donde no se encuentre un voluntario para unirse a la revuelta. Por todas partes numerosos grupos vociferantes corren por todas las calles en dirección al Foro.

Esclavos romanos

Los senadores que incidentalmente se encontraban en el foro corrieron un grave peligro al caer en medio de aquella multitud y, sin duda, hubieran sido objeto de agresión fisica, de no ser por la pronta intervención de los cónsules Publio Servilio Prisco y Apio Claudio Sabino Inregilense, primer cónsul de las gens Servilia.( cos.495 a.C. ) en orden a reprimir la revuelta.

La multitud, vuelta hacia ellos, exhibía sus cadenas y todas sus miserias: decían que esto era lo que habían ganado, renegando de las campañas militares en que habían tomado parte, unos, en un sitio y, otros, en otro; pedían, en tono mas de amenaza que de ruego, que convocasen al senado. Rodean la curia con la intención de ser ellos los árbitros, los moderadores de las deliberaciones públicas. Los cónsules reunieron a los senadores que pudieron encontrar, un numero muy reducido; a los demás, el miedo los mantenía alejados no ya de la curia, sino incluso del foro, y no podía hacer nada el senado por falta de asistencia.

Entonces, la muchedumbre empezó a pensar que se burlaban de ella, que estaban ganando tiempo y que la ausencia de senadores no era casual, no se debía al miedo, sino que estaban ausentes para bloquear el asunto, y que los propios cónsules andaban con subterfugios, y que, sin lugar a dudas, sus desgracias eran tomadas a broma. Se estaba ya a un paso de que ni siquiera la majestad consular pudiese contener la irritación del pueblo, cuando, al fin, los que dudaban si corrían mayor peligro esperando 0 acudiendo, se presentan en el senado. La curia contaba, al fin, con asistencia suficiente, pero ni siquiera los propios cónsules, no ya los senadores, eran capaces de ponerse de acuerdo.

Apio, hombre de natural vehemente, opinaba que había que tratar el problema haciendo uso de la autoridad consular: deteniendo a uno o dos, los demás se estarían quietos; Servilio, mas dado a soluciones moderadas, estimaba que era mas seguro y mas fácil doblegar la revuelta que quebrarla.

EL PROBLEMA EXTERIOR PONE DE MANIFIESTO LO INGRATO DE LA SITUACION

II, 24

Inter haec maior alius terror: Latini equites cum tumultuoso advolant nuntio Volscos infesto exercitu ad urbem oppugnandam venire. Quae audita - adeo duas ex una civitate discordia fecerat - longe aliter patres ac plebem adfecere. Exsultare gaudio plebes; ultores superbiae patrum adesse dicere deos; alius alium confirmare ne nomina darent; cum omnibus potius quam solos perituros; patres militarent, patres arma caperent, ut penes eosdem pericula belli, penes quos praemia, essent. At vero curia, maesta ac trepida ancipiti metu et ab cive et ab hoste, Servilium consulem, cui ingenium magis populare erat, orare ut tantis circumventam terroribus expediret rem publicam. Tum consul misso senatu in contionem prodit. Ibi curae esse patribus ostendit ut consulatur plebi; ceterum deliberationi de maxima quidem illa sed tamen parte civitatis metum pro universa re publica intervenisse; nec posse, cum prope ad portas essent, bello praeverti quicquam, nec, si sit laxamenti aliquid, aut plebi honestum esse, nisi mercede prius accepta, arma pro patria non cepisse, neque patribus satis decorum per metum potius quam postmodo voluntate adflictis civium suorum fortunis consuluisse. Contioni deinde edicto addidit fidem quo edixit ne quis civem Romanum vinctum aut clausum teneret, quo minus ei nominis edendi apud consules potestas fieret, neu quis militis, donec in castris esset, bona possideret aut venderet, liberos nepotesve eius moraretur. Hoc proposito edicto, et qui aderant nexi profiteri extemplo nomina, et undique ex tota urbe proripientium se ex privato, cum retinendi ius creditori non esset, concursus in forum ut sacramento dicerent fieri. Magna ea manus fuit, neque aliorum magis in Volsco bello virtus atque opera enituit. Consul copias contra hostem educit; parvo dirimente intervallo castra ponit.



Entretanto surge otro motivo de alarma mas serio: unos jinetes latinos llegan al galope con una noticia que siembra la confusión: los volscos, con un ejército en son de guerra, se acercan para atacar Roma. Esta noticia -hasta ese extremo la discordia había dividido en dos a la población- afectó de manera bien distinta a los senadores y a la plebe.

¡QUE LUCHEN ELLOS¡

La plebe saltaba de gozo: decía que eran los dioses que acudían a vengar el orgullo de los patricios; se animaban unos a otros a no alistarse: mejor morir con todos que ellos solos; que los patricios hiciesen el servicio militar, que los patricios empuñasen las armas, para que los peligros de la guerra correspondiesen a quienes sacaban provecho de ella.

JO,QUE NOS DEJAN SOLOS¡

Pero el Senado, bien al contrario, abatido y asustado por el temor que le inspiraban, por una parte, los ciudadanos y, por otra, el enemigo, rogaba al cónsul Servilio, cuya manera de ser caía mejor al pueblo, que sacase adelante a la Patria cercada por tan graves amenazas.

Entonces el cónsul levanta la sesión y se presenta a la Asamblea de la plebe.

Ante ella expone que el Senado esta preocupado porque se atienda a la plebe, pero que las deliberaciones sobre aquel sector, el mas considerable sin duda, pero al cabo un sector tan sólo de la ciudadanía, han sido interrumpidas por el peligro que corre la nación entera; que ni es posible, cuando el enemigo esta casi a las puertas, dar prioridad a nada que no sea la guerra,.ni, en caso de verse aliviada su condición, seria honroso para la plebe no empuñar las armas para defender a la Patria a no ser que antes recibiese la recompensa, ni seria muy digno por parte del senado aliviar la penosa condición de sus conciudadanos por temor, antes que por buena voluntad un poco más adelante.

Para dar credibilidad a su discurso, publico un edicto que prohibía tener encadenado o en prisión a un ciudadano romano de forma que no se le diese posibilidad de alistarse ante los cónsules, y prohibía tomar o vender los bienes de un soldado mientras estuviese en campaña, así coma retener a sus hijos o a sus nietos.

Publicado este edicto, los deudores que estaban presentes se alistan inmediatamente y, desde todos los puntos de la Ciudad, se escapan de las casas, al no tener ya el acreedor derecho a retenerlos, y se apelotonan en el Foro para prestar el juramento militar.

Formaron un contingente considerable que se significó más que nadie durante la guerra con los volscos por su valentía y sus acciones. El cónsul pone en marcha las tropas en dirección al enemigo y acampa a poca distancia del mismo. (Tito Livio, Ab Urbe Condita II,23-24)

Cansados de la discriminación a la que se veían sometidos, en el año 493 a. C. se retiraron al el monte Aventino(Secesio plebis), para vivir allí y constituir una nueva ciudad.

http://roma-eterna.9f.com/Roma_Consular/La_Rebelion_de_la_Plebe.htm


Aparición del problema de la esclavitud por deudas y el ager publicus. Reacción de la plebe.

Guerra contra volscos, sabinos y auruncos. Reaparece el problema de las deudas.

Tres frentes de batalla: ecuos, volscos y sabinos.

Problemas internos, retirada de la plebe al monte Sacro.


Aparición del problema de las deudas. Reacción de la plebe.

Era ya inminente la guerra con los volscos; en el interior de la ciudad reinaba la discordia, a causa sobre todo de los esclavizados por deudas. Se lamentaban de que en el exterior tenían que luchar por la libertad y el predominio, y que dentro de la patria eran eran esclavizados y cargados de cadenas por los ciudadanos, y añadían que la libertad del pueblo estaba más segura en la guerra que en la paz. Aquel odio estalló ante la vista de una de las víctimas. Un anciano, con todas las señales externas de sus desgracias, se precipitó en el foro. Su vestido estaba lleno de miseria y era horrible el aspecto de su cuerpo extenuado y cubierto de palidez. La barba crecida y los cabellos revueltos le daban la apariencia de una fiera. En otro tiempo había sido centurión, y con orgullo mostraba sus cicatrices, testigos de honrosos combates, recibidas de cara al enemigo en distintas ocasiones. Preguntado por la causa de aquel aspecto, respondió que mientras militaba contra los sabinos, el enemigo había devastado sus tierras, privándole de todo fruto, quemado su granja, saqueado sus bienes y robado su ganado. Y que por si esto era poco, obligado en tan difíciles momentos a pagar el impuesto de guerra, había tenido que contraer deudas. Éstas fueron creciendo debido a los intereses, y fue desprovisto primero del campo de sus padres y abuelos, luego de sus restantes bienes, hasta que la consunción llegó a su propio cuerpo; arrastrado por su acreedor, se vio en la esclavitud. Y mostró luego la espalda desfigurada por las recientes huellas de azotes. Se alzó un terrible griterío al contemplar tal espectáculo. Los condenados por deudas que aún permanecían libres se lanzaron por doquiera, solicitando la ayuda de sus conciudadanos. Todas las calles se llenaron de grupos que marchaban al foro dando gritos. Los senadores que se encontraban en ese lugar corrían grave riesgo y habrían caído en manos de la plebe de no ser de la rápida intervención de los cónsules Publio Servilio y Apio Claudio.

La muchedumbre, volviéndose hacia ellos, mostraba sus cadenas y las demás señales de su sufrimiento; y reclamaban más con amenazas que con súplicas que se reuniese el Senado. Tardaron los senadores en acercarse a la Curia, poniendo en peligro la misma vida de los máximos magistrados. Pero al fin se obtuvo con exceso el número necesario, sin embargo la discusión era acalorada y no podían ponerse de acuerdo. Apio, hombre de condición vehemente, quería hacer uso de la autoridad consular y apresar a uno o dos para que los demás se aquietasen; mientras que Servilio, inclinado a procedimientos más suaves, juzgaba no sólo más eficaz sino más fácil dulcificar que doblegar los excitados ánimos.

Entretanto sobrevino otro motivo más grande de terror: enviados latinos llegaron con la noticia de que los volscos se disponían a sitiar Roma, y ya se acercaban con formidable ejército. Los plebeyos tomaron esta nueva con alegría, diciendo que los dioses castigaban la soberbia de los nobles y que se negarían a reclutarse, prefiriendo perecer todos que ellos solos. Por su parte el Senado, triste y abatido por el doble temor de las luchas internas y externas, rogó al cónsul Servilio que salvase a la República. Entonces el cónsul levantó la sesión y se dirigió a la asamblea del pueblo asegurando que en ese momento no se podía discutir el asunto de las deudas, teniendo una guerra en las puertas mismas de Roma. Corroboró luego lo que había dicho con un decreto, en el que ordenaba que nadie retuviese preso a un ciudadano romano, ni se atreviese a vender los bienes de un soldado mientras éste estuviera en campaña. En cuanto este edicto se hizo público, los detenidos que estaban presentes se apresuraron a alistarse, igual que un gran concurso de gente. Se formó así un poderoso cuerpo de ejército, que el cónsul sacó inmediatamente, y puso su campamento muy cerca del que poseían los enemigos en territorio romano.

Guerra con volscos, sabinos y auruncos. Reaparece el problema de las deudas.


Campamento romano

A la noche siguiente, los volscos, confiando en la discordia de los romanos, se acercaron a su campamento con la intención de tomarlo, pero gracias a la rápida advertencia de los centinelas, fue rechazado el intento. Al día siguiente los adversarios cegaron los fosos y atacaron empaladizas. Las defensas habían sido ya arrancadas por todas partes, cuando el cónsul, demorándose un poco a fin de poner a prueba el valor de los soldados, mandó dar por fin la señal de ataque. Al primer choque fue rechazado el enemigo, tomado su campamento y conquistada Suesa Pomecia, ciudad en la que se habían guarecido los volscos. El cónsul, cubierto de gloria, recondujo a Roma su ejército victorioso.

Rey volsco, el enemigo de Roma

LA GUERRA SABINA

No tardaron los sabinos en alarmar a Roma, cuando se supo en la ciudad que un ejército sabino había llegado a orillas del Anio. Al punto se envió contra él, con toda la caballería, a Aulo Postumio, el anterior dictador, seguido de el cónsul Servilio con escogidas tropas de a pie. Rodearon los jinetas al enemigo que vagaba sin orden, y cuando llegó la infantería, el ejército sabino no pudo hacerle frente.

La guerra sabina comenzó y se terminó en el espacio de una noche. Al día siguiente, cuando todos esperaban con fundamento haberse conseguido la paz, se presentaron al Senado embajadores auruncos amenazando con romper las hostilidades, si los romanos no evacuaban el territorio volsco.

El ejército de los auruncos salió de sus dominios al mismo tiempo que los emisarios, y al saberse que había sido visto no lejos de Aricia, fue tal el tumulto entre los romanos que despidieron a los enviados y mandaron un ejército a marchas forzadas contra el enemigo. Lo encontraron no lejos de la ciudad de Aricia, donde fueron aplastados por los romanos en una sola acción.

DISTINTA ACTTITUD DE LSO CONSULES

Derrotados los auruncos, los romanos, tantas veces vencedores en el espacio de pocos días, estaban pendientes de las promesas del cónsul, cuando Apio, con su innata soberbia, se puso a sentenciar en los procesos por deudas con la mayor dureza que pudo. Todos apelaban a Servilio, y le recordaban sus ofrecimientos. Los soldados acudían en tropel a verle, a exponer sus méritos de guerra y sus cicatrices. Lo conmovían al cónsul estos ruegos, pero las circunstancias le obligaban a dar largas al asunto. Así que, mostrándose neutral, ni evitó el odio de la plebe ni consiguió la adhesión de los senadores.

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El Tribuno de la Plebe


LA PLEBE ESTABA HARTA

Mientras tanto, el pueblo se mostraba cada vez más hostil, no permitían que se realizaran juicios por deudas y en su violencia atacaban a los acreedores. A lo que se añadía el peligro de la guerra con los sabinos; ordenando un reclutamiento, nadie dio su nombre; por lo que encolerizado Apio acusaba de ambición a su colega, que con guardar silencio trataba de conquistar la voluntad del pueblo, y que no contento con abstenerse de juzgar los procesos por deudas, ni siquiera llevaba a efecto una leva.

Sin embargo, el solo se proponía salvar su prestigio y el del Senado. Mandó, pues, prender a uno de los cabecillas de la sedición, el cual apeló al pueblo.

Apio no habría acudido a la apelación a no ser por los consejos y la autoridad del Senado. Entretanto aumentaba el mal día en día, no sólo con protestas, sino ya con apartados cabildeos y secretas conversaciones. Llegaron por fin los cónsules, odiosos a la plebe, al término de su magistratura.


Los senadores deliberando

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II, 28

A. Verginius inde et T. Vetusius consulatum ineunt. Tum vero plebs incerta quales habitura consules esset, coetus nocturnos, pars Esquiliis, pars in Aventino facere, ne in foro subitis trepidaret consiliis et omnia temere ac fortuito ageret. Eam rem consules rati, ut erat, perniciosam ad patres deferunt, sed delatam consulere ordine non licuit; adeo tumultuose excepta est clamoribus undique et indignatione patrum, si quod imperio consulari exsequendum esset, invidiam eius consules ad senatum reicerent: profecto si essent in re publica magistratus, nullum futurum fuisse Romae nisi publicum concilium; nunc in mille curias contionesque [cum alia in Esquiliis, alia in Aventino fiant concilia] dispersam et dissipatam esse rem publicam. Unum hercule virum - id enim plus esse quam consulem - qualis Ap. Claudius fuerit, momento temporis discussurum illos coetus fvisse.

Correpti consules cum, quid ergo se facere vellent - nihil enim segnius molliusve quam patribus placeat acturos- percontarentur, decernunt ut dilectum quam acerrimum habeant: otio lascivire plebem. Dimisso senatu consules in tribunal escendunt; citant nominatim iuniores. Cum ad nomen nemo responderet, circumfusa multitudo in contionis modum negare ultra decipi plebem posse; nunquam unum militem habituros ni praestaretur fides publica; libertatem unicuique prius reddendam esse quam arma danda, ut pro patria civibusque, non pro dominis pugnent. Consules quid mandatum esset a senatu videbant, sed eorum, qui intra parietes curiae ferociter loquerentur, neminem adesse invidiae suae participem; et apparebat atrox cum plebe certamen. Prius itaque quam ultima experirentur senatum iterum consulere placuit. Tum vero ad sellas consulum prope convolare minimus quisque natu patrum, abdicare consulatum iubentes et deponere imperium, ad quod tuendum animus deesset.

Comenzó luego el consulado de Aulo Vergilio y Tito Vetusio. Entonces el pueblo, incierto respecto a la conducta que habían de observar los nuevos magistrados, celebraba nocturnas reuniones. Juzgando los cónsules perniciosa aquella actitud, la pusieron en conocimiento del Senado; sin embargo los senadores se indignaron y acusaron a los magistrados de cobardes por hacer recaer el grave problema y la odiosidad de la plebe sobre ellos. Les ordenaron realizar rigurosamente el reclutamiento. Los cónsules, levantada la sesión, subieron a su tribunal y citaron nominalmente a los jóvenes. Como nadie hubiese respondido al llamado, la multitud declaró que ya no era posible seguir engañar al pueblo por más tiempo, que ni un solo soldado se alistaría. El Senado volvió a deliberar, y por instigación de Apio Claudio, nombró un dictador; sin prestar atención a las otras propuestas de perdonar las deudas individualmente o la de toda la plebe en su conjunto. Poco faltó para que fuese nombrado dictador el mismo Apio, pero los cónsules y los senadores de más ancianos cuidaron de conferir a un hombre de carácter conciliador una magistratura ocasionada a la violencia por su mismo poder. Y así nombraron a Marco Valerio, hermano de Publícola. Aunque la plebe se daba cuenta de que aquella medida iba contra ella, nada perjudicial ni arbitrario temía de parte de la familia del nuevo funcionario. El edicto promulgado luego por el dictador, concebido casi en los mismos términos que el del cónsul Servilio, tranquilizó los ánimos y la plebe dejó de resistir y se inscribieron. Se formó así un ejército numerosísimo, a las órdenes del dictador.

Tres frentes de batalla: ecuos, volscos y sabinos.

La guerra no podía diferirse por más tiempo. Los ecuos habían invadido el territorio de los latinos. Embajadores de éstos pedían ayuda al Senado, que envió al cónsul Vetusio. El magistrado puso fin a las depredaciones del enemigo, que se retiraron a los desfiladeros de los montes cercanos. El otro cónsul marchó al encuentro de los volscos, arrasando su territorio y obligando a los adversarios a acampar más cerca y a presentar batalla. Los volscos, algo superiores en número, iniciaron el combate desordenados y en actitud despreciativa. El cónsul romano, ni hizo avanzar a los suyos, ni consintió que gritasen, ordenándoles estar a pie firme y que cuando el enemigo estuviese al alcance de sus manos, se arrojasen con todo ímpetu y recurrieran a las espadas. Cuando los volscos, fatigados por la carrera y el clamoreo, llegaron a la presencia de los romanos y vieron relucir ante sus ojos las espadas, como caídos en una emboscada, volvieron las espaldas espantados; y cansados y sin las suficientes fuerzas, se lanzaron a la huída. Los romanos, llenos de vigor corporal fácilmente alcanzaron a los agotados enemigos, tomaron su campamento y los persiguieron hasta Velitras, en la que entraron revueltos vencedores y vencidos; allí la matanza fue mayor que en la misma batalla.

Mientras esto ocurría con los volscos, derrotó el dictador e hizo huir a los sabinos, con los cuales la guerra había sido mucho más dura, y se apoderó de su campamento. Poniendo en acción la caballería, introdujo el desorden en el centro del ejército, porque el enemigo, al desplegar las alas, dejó indefensas sus filas interiores; y así la infantería romana se arrojó sobre su adversario en desorden, y de un solo asalto tomó el campamento y puso fin a la guerra. El dictador fue llevado en triunfo a la ciudad. Poco después se lucho contra los ecuos. Los romanos, con un terreno totalmente desventajoso, obtuvieron una brillante victoria en las colinas.

Problemas internos, retirada de la plebe al monte Sacro.

A pesar del triple éxito conseguido en la guerra, ni patricios ni plebeyos echaban en olvido la solución de sus diferencias domésticas: los acreedores habían conseguido engañar no sólo a la plebe sino también al dictador. Pues como Valerio hubiese considerado que la primera obligación de los senadores era tratar de la suerte del pueblo victorioso, y presentando una propuesta acerca de lo que debía de hacerse en el asunto de los deudores insolventes, viendo rechazada su iniciativa, renunció a su envestidura. “No quiero - exclamó - engañar más tiempo a mis conciudadanos, ni ser inútilmente dictador. Prefiero presenciar la sedición mas como hombre privado que como máximo magistrado de la República.” Y saliendo del Senado, hizo abdicación de su cargo. Se dio cuenta la plebe de que la causa de su renuncia era el disgusto con que Valerio veía que se la tratase de aquel modo, entonces lo acompañó a su casa entre alabanzas y felicitaciones.

Temieron entonces los senadores que, si se licenciaba el ejército, volviesen a celebrarse reuniones secretas y conspiraciones; y juzgando que aunque la recluta había sido hecha por el dictador, los soldados en realidad habían prestado juramento ante los cónsules y se hallaban ligados y sujetos por el vínculo sagrado, con pretexto de haberse renovado la guerra con los ecuos, mandaron sacar las legiones de la ciudad. Esta medida precipitó la sedición. Pensaron los soldados en matar a los cónsules para desligarse del juramento, pero que sabedores de que ningún lazo sagrado podía desatarse con un crimen, aconsejados por un cierto Sicinio, se retiraron al Monte Sacro, a la otra orillas del Anio, seguidos de gran parte del pueblo. Allí fortificaron su campamento y permanecieron algunos días ni provocados ni provocadores. Gran terror se apoderó de la ciudad; los plebeyos, abandonados por los suyos, temían la violencia de los patricios, y éstos se recelaban de la plebe que había permanecido en Roma. El Senado se reunió rápidamente y se acordó mandar un embajador al monte. El elegido fue Menenio Agripa, hombre elocuente y querido del pueblo.

DISCURSO DE MENENIO AGRIPA

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El ejemplo del cuerpo humano convencio a la plena enfurecida

Introducido en el campamento, es fama que pronunció el siguiente discurso:

“Cuando los diversas partes del organismo humano no se acordaban armónicamente como ahora, sino que cada miembro tenía su propio pensamiento y lenguaje, no tolerando las demás partes que su cuidado, trabajo y ministerio estuviesen al servicio del estómago, mientras que éste, muy tranquilo en medio del cuerpo, se limitaba a disfrutar de los placeres recibidos, tramaron una conjuración. Así fue como las manos no llevaron los alimentos a la boca, ni ésta los aceptaba ni los dientes los trituraban; y mientras en su resentimiento querían sojuzgar por hambre al estómago, todos los miembros y el cuerpo entero vinieron a dar en la mayor extenuación. Se vio entonces que el papel del estómago no era estar inerte, y que si era alimentado por los demás miembros, él también los alimentaba, enviando a todas partes del cuerpo la sangre que es fuente de nuestra vida y vigor, y repartiéndola por igual en las venas, después de haberla elaborado por medio de la digestión.

Haciendo ver con este apólogo cuán semejante a la sedición intestina del cuerpo a la indignación de la plebe con los patricios, logró doblegar los ánimos de aquellos hombres.

Al tratarse luego del modo mejor de obtener la concordia, se llegó al acuerdo de crear una magistratura especial para la plebe, protectora de sus intereses y defensora de los ataques de los patricios. Además se ajustó de que sólo los plebeyos pudiesen desempeñar estas funciones. Se nombraron así dos tribunos de la plebe: Cayo Licinio y Lucio Albino. Estos designaron a su vez tres colegas, entre los cuales estaba Sicinio, promotor de la sedición; aunque algunos autores dicen que en el Monte Sacro sólo se crearon dos tribunos, y que allí se promulgó también la ley sagrada.

Ésta dice lo siguiente: “Que nadie obligue a un tribuno de la plebe a hacer algo contra su voluntas, como si se tratara de una persona cualquiera, ni lo golpee, ni ordene a otro que lo haga, ni lo mate ni ordene matarlo. Si alguno viola alguna de estas prohibiciones, sea expulsado como impío y sus bienes consagrados a Ceres; y el que mate a alguno de los que realicen estos actos, quede libre de culpa.” Se ordenó luego que todos los romanos jurasen sobre las víctimas de los sacrificios observar siempre la ley, tanto ellos como sus descendientes. Las atribuciones que se le dieron a la magistratura plebeya fueron las de prestar ayuda (auxilium) a cualquier ciudadano y rescatarlo de manos de un magistrado que intentara arrestarlo o castigarlo, vetar cualquier disposición de los magistrados, convocar y consultar al Senado, pedir que éste promulgara leyes (senadoconsultos, senatum consultum), reunir la asamblea del pueblo y proponer plebiscitos.

Después de votar esto, levantaron en la cima de la montaña un altar en honor a Júpiter. Tras ofrecer sacrificios en su honor, volvieron a la ciudad en compañía del embajador. Tras ofrecer sacrificios de acción de gracias a los dioses de la ciudad, intentaron convencer a los patricios para que sancionaran con su voto la magistratura. Cuando lo consiguieron, todavía pidieron al Senado que les permitiera designar cada año a dos hombres de la plebe para que ayudaran a los tribunos en lo que les pidieran, para juzgar las causas que éstos les encomendaran y para que se encargaran de los lugares públicas y sagrados y del buen abastecimiento del mercado. Obtenida también esta concesión del Senado, eligieron a unos hombres a los que llamaron ediles.


CONSECUENCIAS

CREACION DEL TRIBUNADO DE LA PLEBE

Merced a la mediación de Menenio Agripa y tras lograr la concesión de la creación del Tribunado de la Plebe, cuyos miembros fueron considerados sacros e inviolables, en defensa de sus derechos, volvieron aRoma. Como cargo auxiliar se crearon entonces los Ediles de la Plebe.

La función de los Tribunos de la plebe era importante ya que ejercían derecho de veto (intercessio) por el cual podían oponerse a las medidas que se tomaran en desmedro de sus intereses. Incluso, ellos mismos, podían votar normas, llamadas plebiscitos.

La sanción de la ley de las XII Tablas, en el año 450 a. C., primera ley escrita, significó la igualdad jurídica para ambos sectores, regulados por sus disposiciones.

Lograron con la ley Canuleia abolir la prohibición de contraer matrimonio entre patricios y plebeyos (445 a. C.).

Pudieron en el año 367 a. C, acceder al Consulado y luego ocupar las demás magistraturas e integrar el Senado.

En el año 300 a. C, se dictó un plebiscito, conocido como ley Ogulnia, que permitió a los plebeyos integrar los Colegios de Pontífices y Augures, siendo Tiberio Coruncanio el primer plebeyo en ocupar el Pontificado máximo.

A pesar de todos los logros obtenidos, no pudo establecerse la igualdad social en Roma, ya que surgió otra diferenciación de clases. Con el matrimonio entre los hijos de patricios y de plebeyos ricos surgió una nueva aristocracia, ahora diferenciada, en virtud de la fortuna, del resto de la población, con derechos, pero empobrecida.

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