vie oct 08 12:37
La imagen de un científico suele estar ligada a la de una persona seria, siempre estudiando en su laboratorio o haciendo complicadas ecuaciones en una pizarra. Sin embargo, cada año por estas fechas, llegan unos curiosos galardones que nos hacen desterrar el concepto del científico aburrido y nos dibujan una sonrisa en la cara. Se trata de la entrega de los premios IgNobel.
Por Javier Peláez
La idea es sencilla y realmente divertida: una ceremonia en la que se premian los estudios científicos más ridículos, curiosos y estrambóticos. El lema de los Premios IgNobel ya lo deja bien claro: galardonar a los investigadores que te hacen reír, pero que también te hacen pensar.
Para que os hagáis una idea de en qué consisten estos IgNobel vamos a darle un repaso a algunos de los ganadores de los últimos años.
Por ejemplo, este 2010 ha otorgado el IgNobel de Física a unos investigadores de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda por demostrar físicamente que colocar los calcetines sobre los zapatos ayuda a no caer en terrenos resbaladizos.
La Universidad de Amsterdam se ha llevado el IgNobel de Medicina por descubrir que los síntomas del asma pueden ser tratados con una vuelta en una montaña rusa.
En ediciones anteriores también podemos encontrar estudios merecedores de este Nobel Ignominioso tan absurdos como el de la Universidad de São Paulo, Brasil, por medir cómo durante el curso de la historia, o al menos los contenidos de una excavación arqueológica concreta, pueden ser revueltos por las acciones de un armadillo.
En 2007 el premio IgNobel de Química se otorgó a unos investigadores japoneses que descubrieron un método para extraer vainilla… pero no de la planta de vainilla (eso sería muy fácil) sino de excrementos de vaca.
Sin ir más lejos estos tres de la foto son los s más graciosas de estos premios IgNobel es que suelen estar presentados por verdaderos Premios Nobel que, por unos momentos abandonan sus semblantes serios, sus trabajos en los laboratorios y se pasan una tarde surrealista y divertida entregando los galardones a esas investigaciones. Un ejemplo son estos tres de la foto (arriba) Roy Glauber (Física, 2005), izquierda, Sheldon Glashow (Física, 1979), centro, y James Muller (Paz, 1985) que se pusieron sostenes en la cara para demostrar cómo pueden usarse de máscaras de gas de emergencia.
No obstante, no os equivoquéis… Que los IgNobel premien la rareza, la curiosidad o incluso la excentricidad, no significa que esas investigaciones sean del todo inútiles o superfluas. Recordad que en este mundo todo puede tener su utilidad y hasta el descubrimiento más estúpido puede resultar beneficioso en un momento dado.
Sin ir más lejos, en el 2006 se concedió un IgNobel de Química a un estudio que demostraba que el mosquito de la malaria se siente atraído por el aroma del queso Limburger y el olor de pies. Bueno, pues esto que parece ridículo, hoy en día ha ayudado a combatir epidemias de malaria en África. Actualmente se utiliza este tipo de queso para luchar contra la malaria colocándolo en determinados lugares con exitosos resultados.
Pero el caso más extraordinario y curioso lo ha protagonizado este científico de la imagen llamado Andre Geim. Un investigador ruso que en el año 2000 se hizo valedor del IgNobel de Física por conseguir que una rana levitara utilizando magnetos.
Y es que Geim no es un científico cualquiera. No se conformó con hacer flotar a una rana, sino que al año siguiente utilizó sus imanes de levitación para demostrar que la Tierra rota sobre sí misma… algo que a estas alturas ya parecía algo innecesario.
No sólo eso, para llevar la excentricidad a un grado casi desconocido, el bueno de Andre Geim tenía por costumbre firmar sus trabajos científicos conjuntamente con su hamster, al que incluso llevó a alguna rueda de prensa y al que agradecía sus contribuciones en materia de levitación…
Bueno, pues Geim es hoy portada de todas las revistas científicas al ganar el Premio Nobel de Física 2010 (en esta ocasión, el verdadero Premio Nobel). La Academia Sueca le ha otorgado el mayor galardón científico por sus estudios sobre el grafeno, un nuevo material que ha revolucionado el campo de la electrónica en apenas unos años.
Andre Geim se convierte así en la primera persona que gana un IgNobel y un Premio Nobel verdadero… un ejemplo para todos aquellos que alguna vez nos hemos reído de lo inútil de un investigación.
Seguramente la próxima vez que escuchemos por la tele algún estudio absurdo quizá nos lo pensemos un poco más antes de exclamar Bah… eso no sirve para nada..
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