9 Jun 09

Miércoles, 20 de septiembre de 2006. Año: XVIII. Numero: 6123.El Mundo
Envenenó a tres amigas a las que debía dinero, se casó tras cumplir condena y ahora una TV argentina ha realizado una serie sobre ella
JUAN IGNACIO IRIGARAY. Especial para EL MUNDO

BUENOS AIRES.- A Yiya Murano le gustaba cultivar la amistad compartiendo el té con amigas en la elegante cafetería Richmond, equivalente bonaerense de la madrileña California. Su vida transcurría sin sobresaltos -hija de militar, esposo abogado, un hijo- hasta que los aprietos de bolsillo consiguieron inquietarla. Entonces adivinó un filón en sus contertulias viudas y solteras del té de las cinco. Les pidió dinero prestado para negocios bajo promesa de devolverlo en 60 días con jugosos intereses y no le fue nada mal: reunió pesos por valor de 300.000 euros. Pero, al mismo tiempo, Yiya Murano ya pergeñaba un plan para eliminar la deuda contraída.

La costumbre del té por las tardes empezó a alternarse con encuentros a solas entre Yiya y una acreedora para degustar las masas y tortas caseras que la deudora cocinaba. Nilda fue la primera en aceptar el convite, y por la noche sintió dolores y náuseas. A las 24 horas falleció. La pastelera consiguió un certificado de muerte por paro cardíaco, que evitaba la autopsia.

Luego le tocó el turno a Chicha, que recibió a Yiya en su piso. A los pocos días, los vecinos avisaron a la policía de que nadie contestaba a la puerta y que de ella salía un olor penetrante. Al forzarla, encontraron el cadáver sentado frente al televisor, al lado de una taza de té y restos de un bollo. También en esa ocasión se expidió un extraño certificado de muerte: infarto de miocardio no traumático.

La tercera amiga en desgracia fue Mema. Antes de morir, logró salir del piso y se desplomó en la escalera. Algunos vecinos la acompañaron en la agonía. Enseguida se presentó Yiya en el lugar de los hechos y preguntó si la fallecida había dicho algo antes de expirar. La Murano no olvidó consultar al médico de emergencias si era necesaria la autopsia.

Hasta ahí el plan de Yiya marchaba como un crimen perfecto de novela negra. Pero poco tiempo después, el portero hizo saber a la policía que esa mujer alta y elegante había visitado a Mema llevando un paquetito con dulces. Y las dos hijas de la víctima alertaron de que no encontraban un pagaré que su madre atesoraba con cuidado.

http://www.visionamarilla.com.ar/2008/10/hoy-en-un-tiempo-despus-yiya-murano.html

Entonces los investigadores ordenaron las autopsias forenses y en los tres cadáveres aparecieron rastros de tóxicos. A semejanza de Locusta, la envenenadora que servía al emperador romano Nerón, la Murano quiso asegurarse el resultado de la faena y usó cianuro en dosis aptas para matar a un caballo.

En 1985, la Cámara del Crimen condenó a prisión perpetua a Yiya, cuyo verdadero nombre es María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, que a partir de allí se ganó el mote de La envenenadora de Montserrat, por el barrio de Buenos Aires en que residía. Ella intentó defenderse: «No maté a nadie, ni siquiera a las hormigas».

Por una reducción de condena y esos cálculos ininteligibles para cualquier ciudadano de a pie, 14 años después, los jueces de ejecución penal interpretaron que Yiya había purgado su castigo y ordenaron liberarla.

En agradecimiento, ella mandó bombones de factura propia y ninguno se atrevió a tocarlos.

Nadie sabe bien cómo ocurrió, pero el caso es que, a sus 76 años, la envenenadora, cuyo esposo había muerto mientras estuvo en la cárcel, consiguió nuevo marido. Se llama Julio Bonin, está jubilado, tiene 82 años y es invidente. El flamante esposo luce enamorado: «Yiya es una mujer muy sensible. Entre nosotros surgió un amor a primera vista, más allá de que sea ciego. Además, yo necesitaba a una persona que me acompañara al médico, me comprara los medicamentos y me cobrara la jubilación».

Cuando le preguntan sobre el pasado homicida de su esposa, Julio contesta que «son habladurías». Y Yiya, radiante, celebra que «él creyó desde un primer día que soy inocente y pudimos formar una familia. Me dice boquita de miel, es un grande. Ya no somos dos tórtolos. Ahora somos dos tortolazos.». La historia cautivó a los productores de televisión y fue representada con éxito en la telenovela Mujeres Asesinas. La serie concitó un auténtico récord de audiencia y la actriz Nacha Guevara interpretó una Yiya de temer. Aquella noche, muchos bonaerenses no pudieron conciliar el sueño. La Murano, despechada, opinó sobre la actuación de la intérprete: «Nacha lo hizo bastante bien, pero yo era más atractiva».


LO DICHO Y HECHO«No maté a nadie, ni siquiera a las hormigas»

1930: Nace en Buenos Aires, en el seno de una familia de militares. 1976: Pide dinero prestado a tres amigas y después las asesina dándoles de comer pasteles envenenados. 1985: Un tribunal la condena a prisión perpetua. 1999: Los jueces de ejecución penal deciden liberarla. 2006: Contrae matrimonio con un hombre invidente de 82 años de edad. Una cadena de televisión produce la serie Mujeres asesinas, basada en su vida.

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