El taller de Amarna
©Fragmento de suelo de palacio de Amarna. Museo de El Cairo.
Durante la época de Amarna,(D.XVIII), hubo en Egipto un cambio hacia el expresionismo artístico.
Las estatuas cambiaron en proporciones, actitudes y temas. Las cabezas se alargan hacia el cráneo, el cuello también se alarga. El tronco aparece más delgado y el vientre se presenta más abultada. La expresión de la cara se humanizó, exagerando un poco ojos y labios.
Cambió también el sistema de proporciones, pasando a 20 cuadriculas en lugar de las 18 del canon.
Cabeza de una princesa amarniense
Especial mención merecen los bustos de Nefertiti y algunas de sus hijas, encontrados en el taller del escultor Tutmés, en Amarna.
Imagen de Nefertiti
Respecto a la estatuaria privada, durante esta dinastía, hay una gran producción, debido a que se incluyen en las tumbas y en los tempos funerarios.
La posición de las estatuas varía un poco, sobre todo en los brazos. La vestimenta llega hasta los pies, y las mujeres llevan pelucas muy elaboradas.
Retrato de una anciana, salido del taller de Tutmes.
El escultor de Amenofis IV:Tuthmose o Tutmes
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ḏḥuty ms
Dyehuty-Mose
Tuthmose o Dyehutymose (engendrado por Dyehuty) (circa 1330 a. C.) fue un artesano y maestro escultor durante el reinado de Ajenatón, y tenía un taller de escultura en la ciudad de Ajetatón. Fue en dicho lugar donde se han encontrado numerosas «cabezas de reserva» de la reina Nefertiti.
Una expedición arqueológica alemana dirigida por Ludwig Borchardt encontró en 1912, en la excavación de Akhetaton (Tell el-Amarna), una casa en ruinas que se etiquetó como P47.1-3. Su estudio la identificó con la vivienda y estudio de Tuthmose, gracias a un caballo de marfil, encontrado en un hoyo en el patio, que tenía inscrito su nombre y título de trabajo: «Favorito del Rey y Maestro de Obras, el escultor Dyehutymose».[1]
Entre otros elementos escultóricos, se encontró en un almacén el busto policromado de Nefertiti, al parecer una muestra para copiar. Además de este famoso busto, había una serie de vaciados de yeso que se han identificado como retratos de diversos miembros de la familia real y su séquito, incluido Ajenaton, su otra esposa Kiya, su padre Amenhotep III, su sucesor Ay y otros.
Ejemplos de su trabajo recuperados de su abandonado estudio se pueden ver en el Altes Museum de Berlín, el Museo Egipcio de El Cairo, y el Metropolitan Museum of Art, de Nueva York.
LA REVOLUCIÓN TEOLÓGICA Y ARTÍSTICA DE AKENATÓN.
Amenofis IV (Dinastía XVIII, 1353-1335 a. C.) realizó durante su reinado una revolución religiosa y artística que trastocará durante unos años del Imperio Nuevo los presupuestos básicos de la escultura y de la pintura egipcia.
La revolución teológica.
Amenofis IV inició su reinado a la muerte de su padre Amenofis III. Desde su entronización tuvo claro que debía reformar la religión egipcia, aunque tardaría cinco años en dar los primeros pasos. Lo primero que hizo fue otorgarse el título de sumo sacerdote del dios sol, un papel que era tradicional entre los reyes de Egipto, pero que el nuevo faraón llevará hasta las últimas consecuencias. Ideó un nuevo nombre para el dios solar, Atón, y una nueva representación del mismo que huía de la tradicional, el dico solar con rayos descendentes que terminaban en manos.
Akenatón y su familia bendecidos por los rayos de Atón.
Fue probablemente al quinto año de reinado cuando Amenofis cambió su nombre por Akenatón y comenzó su radicalización. Fundo una nueva capital Ajenaton (en la actual Tell Amarna) para separarse del poder de la casta sacerdotal de Tebas y proclamar al disco solar Atón como único dios de Egipto. Ni siquiera el faraón se consideraba a sí mismo dios, sino sólo el soberano que tenía como misión de ser su protector en la tierra. A su vez comenzó la persecución, la eliminación del poder y la confiscación de las propiedades del clero de Amón y del resto de dioses. Los nombres de los antiguos dioses también debían ser borrados de sus templos.
La revolución artística.
El cambio religioso afectó notablemente a las artes:
En la arquitectura, se cierran los templos tradicionales y se crean nuevos recintos de culto al nuevo dios, cuyos actos se celebran a cielo abierto, como el que podemos ver en la imagen de abajo.
Templo de Atón en Ajenatón (Tell el-Amarna).
En las artes figurativas,
- Se suprime la iconografía de los dioses zoomórficos y antropomórficos por la representación del disco solar.
- El faraón al dejar de ser un dios ya no tiene que ser representado como un ser perfeccito. Se rompe por tanto con el idealismo corporal, que es sustituido por una figura realista muy alejada de la perfección anatómica del resto de los faraones. Y se representa aAkenatón con la cabeza alargada, cuello largo, vientre prominente, brazos delgados y piernas y caderas anchas, femeninas.
- Sin embargo, los artistas imbuidos por la tradición imitativa convirtieron el prototipo realista del faraón en la norma idealizada para representar al resto de los seres humanos, en los que copian sus imperfecciones.
- El gusto del faraón o la mayor libertad en la que se pueden mover los artistas , les lleva a romper hasta cierto punto con las reglas como la geometrización de las formas. Los cuerpos se diseñan recreándose en las curvas en vez de en las líneas rectas y los ángulos. La ondulación sinuosa en cuerpos y ropajes crea figuras de mayor expresividad y hasta de cierta sensualidad.
- Rasgos tradicionales como la jerarquía de tamaños o la ley de la frontalidad se mantienen .
- También hay repercusiones en la iconografía.
La figura del faraón que es la más representada en bulto redondo aparece solemne con sus atributos de soberano temporal (coronas y látigo y báculo pastoril), pero no como Horus u Osiris.
La Gran Esposa Real, Nefertiti, también es representada de bulto redondo. De ella se conserva uno de los más notables bustos del arte egipcio (Berlín). Los apenas 50 centímetros de altura muestran unas facciones exquisitas y sensuales.
Retrato en yeso de Nefertiti.
Altes Museum de Berlín.
En relieve y pintura se representa al faraón humano en escenas íntimas, amorosas y cotidianas de su vida familiar con su mujer e hijas, algo inusual e impensable con faraones anteriores.
Pero este periodo es sólo un paréntesis. A la muerte del faraón regresó el culto de Amón, sin embargo, durante unas décadas las rígidas composiciones anteriores se verán influidas por las novedades que se habian introducido en los años anteriores.
Las estatuas y tumbas de Tutankamon y Horemheb son indudablemente tributarias de la estética de la época de Akenatón, cuyas exageraciones caricaturescas ignoran. Con Seti I y Ramses II la figuración egipcia se reintegrará a los derroteros tradicionales.
Detalle del trono de Tutankamon. Todavía aparecen figuras curvilíneas y la imagen de Atón con rayos en las manos.
Reeves, Nicholas. Akhenaten: Egypt’s False Prophet. pág. 157. Thames & Hudson. 2005
Cyril Aldred, Akhenaten: King of Egypt (Thames and Hudson, 1988), pág. 59.
Rita E. Freed, Yvonne J. Markowitz, Sue H. D’Auria, Pharaohs of the Sun: Akhenaten - Nefertiti - Tutankhamen (Museum of Fine Arts, 1999), pp. 123-126.