Carlos IV, un orfebre en el Palacio Real
Una exposición de Patrimonio Nacional muestra la grandeza de las piezas recopiladas por el rey mecenas
Palacio Real,Madrid,España
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Ampliación sobre una noticia original de RAFAEL FRAGUAS - Madrid - 19/05/2009
El visitante que acude al Palacio Real de Madrid a contemplar la exposición Carlos IV. Mecenas y coleccionista, experimenta en sus sentidos percepciones potentemente evocadores de una época fenecida -el tránsito del siglo XVIII al XIX- bien que, por la magnificencia de las creaciones artísticas expuestas al público, pareciera revivir allí en todo su esplendor.
La familia de carlos IV, Francisco de Goya
http://casl.umd.umich.edu/hum/spanishco/15.Fabrica_Tapices_y_Goya/images/135Goya.FamCarlosIV.51271c.jpg
Artífice de tal fasto fue Carlos Antonio de Borbón, rey de España entre 1788 y 1808 y príncipe de Asturias durante las dos décadas previas.

Violín de Antonio Stradivarius, Palacio Real de Madrid (Wikipedia)
Un Stradivarius (Stradivari es el plural, en italiano) es un instrumento de cuerda construido por un miembro de la familia italiana Stradivari.
Los instrumentos de Stradivarius son muy valorados por los intérpretes más importantes del mundo y por los coleccionistas de antigüedades. Las características sonoras e individuales de estas obras de arte son consideradas únicas, y a menudo los instrumentos se identifican por el nombre de alguien, generalmente un músico famoso que fue su propietario o que simplemente lo utilizó en algún momento para sus interpretaciones.

Antonio Stradivari examinando un instrumento, en una impresión romántica del Siglo XIX(Wikipedia)
Antonio Stradivari (1644 - † 18 de diciembre de 1737) fue el más prominente luthier italiano. La forma latina de su apellido, “Stradivarius“, algunas veces truncada como “Strad”, se utiliza para referirse a sus instrumentos.
Antonio Stradivari nació en 1644[1] en la ciudad de Cremona, Italia. Hijo de Alessandro Stradivari y Anna Moroni. Entre los años 1667 y 1679 fue probablemente aprendiz en el taller de Niccolò Amati.
En 1680 se instaló por su cuenta en la Piazza San Domenico de Cremona, en el mismo edificio que su maestro, y pronto adquirió fama como hacedor de instrumentos musicales. Comenzó a mostrar originalidad, y a hacer alteraciones a los modelos de violín de Amati. El arco fue mejorado, los espesores de la madera calculados más exactamente, el barniz más coloreado, y la construcción del mástil mejorada.
Sus instrumentos se reconocen por la inscripción en latín: Antonius Stradivarius Cremonensis Faciebat Anno [año] («Antonio Stradivari, Cremona, hecho en el año…»). Se considera en general que sus mejores violines fueron construidos entre 1683 y 1715, superando en calidad a los construidos entre 1725 y 1730. Después de 1730, muchos violines fueron firmados Sotto la Desciplina d’Antonio Stradivari F. in Cremona [año], y fueron probablemente hechos por sus hijos, Omobono y Francesco.
Además de violines, Stradivari construyó arpas, guitarras, violas y violoncellos, más de 1.100 instrumentos en total, según estimaciones recientes. Cerca de 650 de ellos se conservan actualmente.
Antonio Stradivari murió en Cremona el 18 de diciembre de 1737, y fue sepultado en esa ciudad.
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Sus instrumentos son reconocidos entre los más bellos creados, son de alto precio, y todavía son utilizados por intérpretes profesionales. Únicamente otro luthier, Giuseppe Guarneri, inspira el mismo respeto entre los violinistas.
El 6 de mayo de 2006 Christie’s subastó un violín Stradivarius llamado “Hammer” en la suma récord de 3.544.000 dólares, la mayor suma pagada por un instrumento musical. Fue adquirido telefónicamente por un comprador anónimo. El récord previo en una subasta por un Stradivarius fue 2.032.000 dólares, por el “Lady Tennant”, en Christie’s, Nueva York, en abril de 2005 .
Otro famoso Stradivarius es el “Davidoff”, un violoncello, actualmente propiedad de Yo-Yo Ma, y el “Duport”, violoncello propiedad de Mstislav Rostropóvich. El violín “Soil”, de 1714, propiedad del virtuoso Itzhak Perlman, está considerado entre los mejores de los Stradivarius. El “Condesa Poulignac” es utilizado por Gil Shaham.
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Colecciones
Hay sólo dos colecciones de Stradivarius de acceso público: la del rey de España, que incluye dos violines, dos violoncellos y una viola, exhibidos en las Salas de Música de la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid, y la colección de la Biblioteca del Congreso, en Washington, que contiene tres violines, una viola y un violoncello.
La Orquesta sinfónica de Nueva Jersey tiene la mayor cantidad de Stradivarius en su sección de cuerdas, adquiridos a la colección Herbert Axelrod en 2006.
El Museo Nacional de Música de Vermillion, Dakota del Sur, tiene en su colección una de las dos guitarras conocidas de Stradivari, una de las once violas da gamba (más tarde modificada en forma de violoncello), una mandolina y un violín.
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El monarca español Carlos IV fue considerado el mayor coleccionista de la Europa de su tiempo, fines del siglo XVIII y principios del XIX.

Carlos IV de España
h. 1789
Óleo sobre lienzo, 130.5 x 84 cm
Donación del autor a la Academia de San Carlos.
Nº inv. 1081 |
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www.cult.gva.es/mbav/data/es06133.htm
Once salas dan cuenta de la excelencia de sus colecciones , seleccionados por el príncipe y luego monarca con un despliegue de obras de arte que requeriría muchas horas ante cada una de ellas.
La exposición, surtida de piezas procedentes de los fondos del Patrimonio Nacional, Museo del Prado, Museo Arqueológico Nacional y algunas colecciones privadas, tiene como comisarios a Javier Jordán de Urríes y José Luis Sancho.

María Luisa de Parma y su familia
El recreo sensorial halla múltiples estímulos. De una bruñida silla de manos de la reina María Luisa de Parma, el olfato recibe el aroma hondo de la caoba de una madera cuyas irisaciones embrujan también la mirada, atraída además por el destello de sedas diseñadas por Muñoz de Ugena o por la pedrería incrustada en un dosel imperial de color verde suave y cuatro metros de altura, empleado en comparecencias públicas por la reina.
El Quitasol, Francisco de Goya
La vista goza asimismo al comprobar la pureza cromática de El Quitasol y La feria de Madrid,
La feria de Madrid, Francisco de Goya
dos de los más célebres tapices confeccionados con sendos cartones de Francisco de Goya, o la de una serie de bellísimos cuadritos de un políptico del maestro Juan de Flandes, que perteneció a Isabel de Castilla y que el monarca nacido en Nápoles en 1749, Carlos Antonio de Borbón -hijo de Carlos III-, incorporó a su ornato más cercano.
MADRID PALACIO REAL-PINTURA POLIPTICO DE ISABEL LA CATOLICA - PRENDIMIENTO - JESUS ANTE CAIFAS Obra de FLANDES JUAN DE 1465-1519.Foto Oronoz, -http://www.oronoz.com/leefoto.php?referencia=112049&usuario
La evocación se enriquece igualmente ante lienzos como el Martirio de San Andrés, de Bartolomé Esteban Murillo (hacia 1680),

Martirio de San Andrés, de Bartolomé Esteban Murillo (hacia 1680),
más bodegones del impar Luis Meléndez o retratos reales cuajados de maestría surgidos de los pinceles de Antón Rafael Mengs, cuyo academicismo le situó en el más alto rango de la pintura neoclásica europea de su tiempo, el último tercio del siglo XVIII.
El sentido del oído evoca sus mejores timbres ante un violín de Antonio Stradivari, hecho en Cremona en 1709, adquirido en un quinteto de estos bellísimos instrumentos por orden del joven príncipe y que hoy, como conjunto único en el mundo, atesora el Palacio Real de Madrid.
De la intimidad devocional del monarca da cuenta un oratorio portátil que exhibe su retablo pintado por Francisco Bayeu, su talla en madera por el ebanista José López y su bordado, recamado en oro, obra de la diestra aguja de Manuel López de Robredo.
Estos ajuares sensorialmente tan gratos fueron encargados o adquiridos por Carlos Antonio de Borbón, hijo de la alemana María Amalia de Sajonia y de Carlos VII de Nápoles, luego III de España. Bondadoso y diligente, Carlos IV accedió al trono por la discapacidad mental del primogénito de sus hermanos, el príncipe Felipe Pascual. Su infancia, de la que da cuenta la primera sala de la exposición, discurrió en la luminosa Italia meridional hasta la edad de diez años -fecha de su traslado a España- donde se perfilaría una sensibilidad artística que llegaría a convertirle en el más acreditado de los monarcas-mecenas europeos de su época, protector de las bellas artes y, sobre todo, impulsor y recolector de la ornamentación áulica.
La curiosidad infantil le había aproximado a los talleres que en Capodimonte y en Caserta proveían los sistemas de adornos suntuarios de los palazzos reales. Ya en la adolescencia, sus aficiones por la relojería y la ebanistería le harían instalarse gabinetes propios en Madrid y trasladar sus encargos allá donde consumía la mayor parte de su tiempo como príncipe heredero: las llamadas Casitas de los Reales Sitios de Aranjuez, San Lorenzo de El Escorial y, sobre todo, El Pardo, recién restaurada yabierta al público por Patrimonio Nacional en una actuación de envergadura.
Como príncipe de Asturias, el heredero de Carlos III pasaría 20 años a la espera de un trono que ocuparía entre 1778 y 1808, una de las etapas más densas de la historia de España, de cuya dramaticidad quien sería conocido como El rey relojero no acabaría de percatarse plenamente, a tenor de su abducción política y militar primero por su valido -y presumible amante- Manuel Godoy y luego por Napoleón Bonaparte.
De las aficiones ornamentales de Carlos IV participó María Luisa de Parma, desde cuando ambos eran príncipes de Asturias, algunos de cuyos mejores retratos la exposición muestra. Por cierto, su faz desdentada así retratada por Goya no implicaba en la época signo de decrepitud, como se ha interpretado; más bien era expresión de plenitud femenina. Y ello habida cuenta de que la falta de dientes en las mujeres se consideraba entonces muestra de maternal y prolífico vientre. Era el caso: se sabe que María Luisa tuvo hasta 24 embarazos.
Carlos IV encargó y reunió extraordinarias colecciones de relojes, pinturas, muebles, cerámicas y marfiles, que esparció con suntuoso concepto y atinada largueza por El Pardo y San Lorenzo y Aranjuez, ahora reunidos. Por ello, el gozo de los sentidos acompaña al visitante a través de las once salas donde tantos tesoros se exhiben y cobran su plenitud en un ubérrimo dessert de varios metros de longitud que recrea en miniatura el Foro romano. Esculpido en mármol, con bronces y piedras duras, destella una armonía de proporciones, disposición y policromía digna de duradero recuerdo y expresión del sublime buen gusto de un monarca cuya sensibilidad, desafortunadamente, no encontró parangón político al haber sido su vocación más la de un apacible mecenas burgués que la de rex de un imperio, todavía, universal.
Carlos IV. Mecenas y coleccionista. De lunes a sábado, de 9.00 a 18.00. Domingos y festivos, de 9.00 a 15.00. Palacio Real. Gratis. Hasta 19 de julio. www.patrimonionacional.es
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http://www.revistadearte.com/2009/04/22/carlos-iv-mecenas-y-coleccionista-en-el-palacio-real-de-madrid/
Los comisarios de la Exposición Javier Jordán de Urríes, conservador del Real Sitio de Aranjuez, y José Luis Sancho, historiador de Patrimonio Nacional, resaltaron en la presentsción de esta muestra singular que el monarca realizó muchos de los encargos a los Talleres Reales, como la decoración de los Salones Gasparini del Palacio Real de Madrid, lo que impulsó y potenció de forma especial la actividad de los mismos. La colaboración de otras entidades españolas y extranjeras como el Museo de la Casa de la Moneda, el Instituto Geográfico Nacional, el Museo Nacional del Prado, el Arqueológico Nacional, la Biblioteca Nacional o la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, el Palazzo Reale di Caserta y la Gallería Nazionale de Parma de Italia, han permitido que en esta muestra se puedan admirar muchas y relevantes piezas que de otro modo no sería posible contemplar si no es con motivo de una conmemoración como ésta.
La Formación del Príncipe es el tema al que se dedica la primera sala. Encontramos aquí varios retratos entre los que destaca Carlos III, Rey de España, de Mariano Salvador Maella o la obra de Anton Rafael Mengs María Amalia de Sajonia y Carlos Antonio de Borbón, príncipe de Asturias. Piezas de marfil como La Modestia y el Desengaño que habitualmente se exponen en La Casita del Príncipe del Real Sitio de El Escorial y documentos como el Índice de la Librería del serenísimo señor D. Carlos Antonio Príncipe de Asturias que se encuentra depositado en la Real Biblioteca.
En la sala segunda se exponen piezas siendo ya Príncipe de Asturias el primogénito de Carlos III. Un total de diez óleos, entre los que destacan obras de Mengs, Bayeu, o Mariano Salvador Maella, bronces de Luigi Valladier resaltando los que representan los templos de Flora, Minerva y Mercurio, y uno de los violines realizado en 1709 por Antonio Stradivarius y que pertenece a la Colección Palatina.
La tercera sala propone una actividad centrada en un ámbito más privado: la religiosidad. Aquí encontramos un total de once obras entre altares y bronces de esta temática y el Oratorio Portátil de los Príncipes de Asturias realizado por Francisco Bayeu en su parte pictórica, Juan López de Robredo como bordador y José López como ebanista. También de Bayeu destaca el Boceto del fresco para el presbiterio del Oratorio de Carlos IV en el Palacio Real de Aranjuez.
La siguiente sala recoge aspectos constructivos y decorativos que se relacionan con el Palacio de El Pardo como el Alzado principal del Real Palacio de El Pardo, planos como el de la Planta del Piso principal o los tapices La feria de Madrid y El quitasol confeccionados en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, según los cartones diseñados por Goya.
En la quinta sala, dedicada a las Casas de Campo del Príncipe en el Escorial y El Pardo, se exponen los diseños realizados por Jean Demosthène Dugourc para la decoración de la Casita de El Pardo, o piezas de mobiliario como las consolas de Vicente Gómez , diseñador, José López, ebanista, y Tomás de Castro, tallista, que realizaron muchas y bellas piezas para su amueblamiento. También podemos contemplar un Reloj de Jaula realizado en bronce dorado, esmaltes y porcelana que se encuentra habitualmente en el Palacio de El Escorial.
La sexta sala aborda la Colección de Pintura del Príncipe. De las trece obras expuestas se pueden destacar El Políptico de Isabel la Católica, obra de Juan de Flandes con escenas sobre La Multiplicación de los Panes y los Peces, la Cena en Casa de Simón el Fariseo o el Descenso del Limbo; de Bartolomé Esteban Murillo El Martirio de San Andrés un óleo procedente de los fondos del Museo del Prado.
El recorrido de la Exposición continúa en la sala que contempla la influencia francesa con piezas decorativas como candelabros, jarrones de Sévres, relojes, pantallas de chimenea, obras de reputados broncistas o relojeros como François-Louis Godon. Por su parte Xavier Hindemeyer y Pierre Auguste Forrestier, ebanista y broncista, respectivamente, son los autores de la silla expuesta que decora la Real Casa de El Labrador de Aranjuez.
Una de las tendencias de la época era la vuelta a los clásicos, o cultura anticuaria. En la sala octava como exponente de este gusto por lo antiguo nos encontramos con trece piezas que abordan temas mitológicos o pompeyanos: libros, porcelanas de la Fabrica del Buen Retiro y colgaduras.
La costumbre de la realeza de utilizar la iconografía para divulgar su imagen de gobernantes es el tema al que se dedica la novena sala. Podemos contemplar unos retratos de Carlos IV y de su esposa María Luisa de Parma, obras de Mariano Salvador Maella, óleos que están depositados en el Monasterio de La Encarnación y que para esta ocasión se han trasladado desde su ubicación habitual. De Francisco de Goya podemos contemplar otros dos retratos de los soberanos procedentes de la Real Academia de la Historia y de Agustín Esteve una copia de los retratos de Goya antes citados realizados en lápiz negro sobre un papel agarbanzado procedente de la Calcografía Nacional.
En la décima sala de la exposición encontramos piezas muy destacadas del arte cortesano y que en su mayoría están depositadas en las Casas del Recreo del Rey. Sobresalen piezas de mobiliario: banquetas, sillas una rinconera, relojes y esculturas que habitualmente decoran las Casitas y el Palacio Real de Madrid.
La última y undécima sala se divide en dos partes. En la primera nos encontramos con el máximo exponente del Arte de Corte que se realizaba en la época de Carlos IV: Óleos de Francisco de Goya, el Milagro de San Antonio y La Gloria, bocetos realizados para la decoración de la Cúpula de la Ermita de San Antonio de La Florida. Piezas textiles como colgaduras, cortinas, sobremesas en cuya confección y diseño participaron reputados artífices o un piano obra de Francisco Flórez. La segunda parte muestra las obras que Carlos IV encargó en su etapa de exilio en Roma.
El catálogo con motivo de la Exposición está editado conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales. En él encontraremos interesantes artículos de los Comisarios: “El gusto de Carlos IV en sus casas de Campo” de Javier Jordán de Urríes y de la Colina y el de José Luis Sancho, “Las artes en la corte de Carlos IV y María Luisa”. Por su parte Pilar Benito, conservadora del Palacio Real de Madrid escribe sobre las artes textiles en su texto “Fiebre de seda en los palacios de Carlos IV” y José de la Mano nos ilustra sobre la iconografía en su artículo “Hacia las parejas reales de Goya: Evolución de la iconografía oficial de Carlos IV”. Incluye asimismo breves estudios redactados por los comisarios sobre cada sección que comentan las correspondientes piezas. Las fichas técnicas están realizadas por los comisarios, conservadores de Patrimonio Nacional y especialistas de arte.
Palacio Real de Madrid
Del 22 de Abril al 19 de Julio de 2009.
Fotografías
161. Carlos IV, de espaldas, 1818
Juan Bauzil.
Óleo sobre lienzo, 28 x 21 cm.
El Escorial, Casa de campo del Príncipe, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10033108.
Esta extravagante imagen que siluetea la fisonomía de Carlos IV,aún de espaldas,resulta inconfundible. Sin embargo, Juan Bauzil, antiguo pintor de cámara de miniatura del rey, hubo de ejecutar esta efigie apelando a su memoria visual, o inspirándose en retratos goyescos del monarca, pues la imagen está fechada y dedicada a su hijo Fernando VII el 8 de diciembre de 1818, un mes y once días antes de que el Rey padre falleciese en Nápoles. Este conmovedor retrato nos evoca la situación vital de Carlos IV en el exilio, al tener que abandonar precipitadamente los amados palacios y las preciadas posesiones de sus casas de campo que tanto se preocupó de alhajar, tras la abdicación y precipitada partida del Real Sitio de Aranjuez en 1808
12. Carlos Antonio de Borbón, príncipe de Asturias, 1766
Anton Raphael Mengs.
Óleo sobre lienzo, 152 x 110 cm.
Inscripciones: «963.» pintado en rojo en el ángulo inferior derecho.
Madrid, Museo Nacional del Prado, cat. P2188.
El joven príncipe de Asturias, recién desposado con su prima María Luisa de Parma, fue retratado durante la jornada primaveral de 1766 por el pintor de cámara Anton Raphael Mengs en un idílico paraje identificado en 1781 por José Merlo con «un puesto fijo de los cazaderos de Aranjuez a las orillas del Tajo». La reconocible fisonomía del futuro monarca se muestra dulcificada por la juventud –contaba tan sólo diecisiete años–, y por la idealización noclásica de los pinceles de Mengs, quien tras una fulgurante carrera como pintor de cámara de la Corte de Sajonia, pasaría en 1761 al servicio de Carlos III, introduciendo la novedosa serena belleza de lo clásico en el ambiente artístico de la corte española. Este retrato de caza del Príncipe reúne las características del concepto de la Majestad propia de los Borbones, y presenta, a su vez, la afición por la actividad cinegética y la vida campestre que el futuro rey mantendría toda su vida.
27. Violín, 1709
Antonio Stradivari.
Madera de abeto y arce, con incrustaciones de pasta de ébano y marfil,
35,2 (+ 24,3) x 20,5 x 5 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10076030.
La afición del Príncipe de Asturias por la música de cámara requería dotar a la Real Cámara de Instrumentos de Arco con los ejemplares más refinados de toda Europa. Los instrumentos de cuerda fabricados por Antoni Stradivari (1644-1737) eran los más codiciados en los salones del siglo XVIII,debido al virtuosismo irrepetible de su sonoridad. El denominado Cuarteto Real formaba parte del conjunto que el legendario violero cremonense fabricó con la fallida intención, según la crónica contemporánea, de ofrecérselos a Felipe V durante las campañas italianas de la Guerra de Sucesión.Atesorados en el taller del maestro durante decenios, finalmente ingresaron en las colecciones reales españolas en 1772, adquiridos para el príncipe don Carlos Antonio. El instrumento supondría un placer para los oídos y un deleite para los ojos del Príncipe,
pues presenta un refinado repertorio ornamental inhabitual en los instrumentos de su época, realizado con un fileteado de perlas y rombos de marfil incrustados sobre pasta de ébano, inspirados en motivos de roleos, grifos y animales fantásticos de raíz italiana.
34. Dessert, 1778
Luigi Valadier.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional; y Madrid, Museo Arqueológico Nacional.
Las importantes necesidades suntuarias del Príncipe eran cubiertas por una auténtica red de embajadores y agentes de compras atentos a las últimas novedades y tesoros rescatados en las almonedas de toda Europa. El Conde de Aranda adquirió para el Príncipe en 1786 este magnífico dessert, obra del diseñador adornista de origen francés Luigi Valadier. El tablero, de mármoles de colores e incrustaciones de piedras duras, se sostiene por leonas de bronce y presenta una figuración de templos y arcos romanos de piedras semipreciosas que reproduce en miniatura la monumental perspectiva de un foro romano. La pieza se convirtió en una de los favoritas del ya coronado rey Carlos IV, pues le acompañaba de continuo en las jornadas reales.
67. Consola, 1792-1794Manuel Muñoz de Ugena (diseñador), José López (ebanista),Tomás de Castro (tallista) y Manuel Pérez (pintor).Madera de peral torneada, tallada,policromada y dorada, tablero de mármol pulimentado de cantera leonesa; 88,5 x 106 x 59,5 cm.El Pardo, Casa de campo del Príncipe, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10079246.Esta consola pertenece al conjunto de mobiliario concebido unitariamente para el Gabinete de las fábulas de la Casa de campo del Príncipe en El Pardo. Los muebles fueron elaborados por el ebanista de cámara José López según diseños del pintor-decorador Manuel Muñoz de Ugena; la policromía, «imitando el natural de cada cosa», otorgaverosimilitud y esplendor a los motivos florales y vegetales que aún perduran en la decoración,que se completaba con carretas de bueyes,grupos de aves,frutas y hortalizasen la chambrana. Esta complacencia en los motivos de la naturaleza tiene su origen en los propios gustos personales del Rey y en la prevalencia de las ideas rousseaunianasque propugnaban un regreso a la pureza de los orígenes y una vuelta al hombre natural. El exquisito mobiliario de esta sala armoniza temáticamente con la colgadura de seda y el arrimadero que presenta delicadas escenas moralizantes inspiradas en las fábulas de La Fontaine.
69. Reloj en forma de jaula, último cuarto del siglo XVIII
Anónimo.
Bronce, oro, esmalte, porcelana, pluma, metal; cincelado, dorado, esmaltado, fundición.
47 x 28 x 28 cm.
San Lorenzo de El Escorial, Palacio de los Borbones, Patrimonio Nacional. inv. n.º 10032143.
Una de las pasiones de Carlos IV como coleccionista fue su afición a componer maquinarias de relojes y otros aparatos para medir el tiempo, complicadas labores de artesanía mecánica con las que entretenía sus horas íntimas. La Casa de Borbón, acorde con los tiempos ilustrados, no concebía el trabajo artesanal y la elaboración de bellas manufacturas como algo indecoroso e impropio de príncipes, actitud que impulsó la
creación de las Reales Fábricas madrileñas. Los relojes-jaula con autómatas simulando pájaros en su interior se pusieron de moda a finales del siglo XVIII, siendo los ejemplares más característicos producto de artífices suizos. Está documentado que en 1786 se adquirió a un comerciante de Madrid para el Príncipe de Asturias «una jaula con un canario y movimiento y música». Esta adquisición podría corresponder a este reloj que reúne tres de las cualidades distintivas de la personalidad y gustos del Rey: la curiosidad por el mecanismo, la admiración por la belleza intrínseca de la pieza y el gusto por la ornitología.
106. Silla de brazos, 1801
Real Taller de Ebanistería y Gabriel Blanco (tallista).
Caoba, limoncillo, ébano y boj, y sedas modernas, 91 x 60 x 48 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10003353.
El hallazgo arqueológico de las ruinas de Herculano y Pompeya poco antes de la venida a España de Carlos III, impuso una novedosa lectura de la Antigüedad clásica que revolucionó el gusto en las cortes europeas e influyó decisivamente en la conformación del gusto del joven Príncipe en su etapa napolitana.Los repertorios de estampas recogidos en Le antichità di Ercolano esposte (Nápoles, 1757-1792) y en otros conocidos álbumes, recogen motivos que se verán continuamente reflejados, sobre todo, en las decoraciones de las casitas de campo del Príncipe en los Sitios Reales de El Escorial y El Pardo, y en la Real Casa del Labrador de Aranjuez, erigida ya siendo rey; a ésta última pertenece la silla de maderas finas que formaba parte de un conjunto unitario de mobiliario destinado al Salón grande. La forma del respaldo evoca el klismós griego y la marquetería de su adorno, con escenas de juegos de niños, es una reinterpretación de los preciados motivos anticuarios que acompañaron a Carlos IV en sus entornos íntimos hasta el final de su reinado.
156. Silla de manos de la reina María Luisa de Parma, 1795
Talleres Reales.
Carpintería, ebanistería, escultura, dorado, tejido y pasamanería, 163 x 78 x 100 cm.
Madrid, Palacio Real, Patrimonio Nacional, inv. n.º 10008050.
Esta silla de manos encargada en 1795 por la reina María Luisa para prestarle servicio en el Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, fue la última en su tipología realizada para la Casa Real española. La preciosista decoración de la caja está realizada con maderas finas intarsiadas, cuyo estilo se ha relacionado con la sala de maderas finas en el Palacio de los Borbones del complejo escurialense.Destacan en el singular ornato las dos esfinges de talla dorada que soportan la silla y las placas de metal dorado en los laterales que presentan asuntos mitológicos. El tapizado original del interior se conoce por los documentos como «al estilo del día», con galón de seda bordado, imitando los motivos de taracea exteriores; el interior actual, revestido de terciopelo y galón de plata, pertenece a una restauración posterior efectuada en 1816.