Grotefend , el descifrador de la escritura cuneiforme persa, fue un estudioso genial. Y sobre todo, un hombre divertido. Porque su gran descubrimiento fue producto de una apuesta y de algo más que una jarra de cerveza alemana. La prueba,una vez más, que para ser sabio no hay por qué ser aburrido ni triste. Ni flagelarse.
Sino amar la investigación y divertirse con ella.
¡CARPE DIEM¡
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